martes, 22 de enero de 2013

Un médico español pone los puntos sobre las íes

Verdades y mentiras en la sanidad

Hay que devolver las competencias sanitarias al Gobierno central


 Norberto González de Vega
Aunque siempre han sido motivo de debate, en los últimos tiempos, los problemas de la sanidad ocupan gran parte de las páginas de los periódicos, de los telediarios y de las redes sociales.
Para quien, como yo, que ha trabajado en un hospital público, en uno privado y en uno concertado en distintas épocas de mi vida profesional, y que ha tenido la oportunidad y el privilegio de conocer de primera mano los pros y contras de distintos sistemas sanitarios en países con alto nivel de desarrollo (EE UU, Francia, Inglaterra, Alemania, Noruega y Taiwán), en otros emergentes como India y China y en algunos, de cultura muy diferente a la nuestra, como Siria o Jordania, la mayor parte de las opiniones, que se vierten en los medios, están caracterizadas por la ignorancia y/o el sectarismo político.
Por ello, y sin pretender en modo alguno transmitir que existe una clara solución, ya que hasta ahora nadie ha dado con ella, y solo para mejorar el nivel de información de los ciudadanos que se ven bombardeados a diario, desde los distintos frentes, en una guerra cuyas principales víctimas son los pacientes, voy a enumerar una serie de verdades y mentiras poco o nada reconocidas por los distintos contendientes, consciente de que unas y otras pueden generar un debate que, aunque incómodo para mí, espero que sea de alguna utilidad.
1. La sanidad pública española es la mejor del mundo. Mentira.
2. El despiece del Sistema Nacional de Salud en 17 feudos ha sido una barbaridad. Verdad.
3. El acceso a la sanidad pública es justo y equitativo. Mentira.
4. Hay médicos que utilizan la sanidad pública para enriquecerse en la privada. Verdad.
5. La única manera de mejorar la gestión de un centro público es dárselo a una empresa privada. Mentira.
6. La política ha infectado los hospitales públicos a todos los niveles, haciéndoles ingobernables y económicamente insostenibles. Verdad.
7. La sanidad privada es siempre mejor que la pública. Mentira.
8. En la sanidad pública no se controlan los resultados. Verdad.
9. La sanidad privada solo vale para cosas poco importantes. Mentira.
10. Hay corrupción en la pública y en la privada. Verdad.
11. Los europeos vienen a España a operarse porque aquí se hace mejor y más rápido. Mentira.
12. Los médicos están mal pagados y eso, en cierto modo, es el origen de la corrupción. Verdad.
13. Los que salen a la calle protestando lo hacen solo en defensa de la sanidad pública y no de sus propios intereses y privilegios. Mentira.
Dejando estos puntos para el debate no quiero acabar sin dar mi opinión. Sin una medicina primaria bien organizada en la que los médicos se sientan protagonistas, bien tratados y dirigidos por las personas adecuadas es imposible tener una sanidad eficaz y sostenible.
Desde los centros de salud, los médicos de familia y los especialistas tienen que tener libertad para enviar al enfermo al hospital que ofrezca mejores resultados en una patología determinada, para lo cual los mismos deben conocerse y publicarse. Como ejemplo puedo citar que en Nueva York, desde hace muchos años, cualquiera puede saber la mortalidad operatoria de todos y cada uno de los cirujanos de corazón.
De este modo, el dinero iría adonde decida el paciente y no al revés. Así el hospital al que vayan más enfermos porque lo hace mejor recibirá más y así podrá gratificar a sus profesionales por el trabajo bien hecho. Lo contrario de lo que ocurre actualmente en los centros públicos en los que gana igual el listo que el tonto, el trabajador que el vago, el honrado y el que no lo es.
Hay que devolver las competencias sanitarias al Gobierno central, rehacer un Servicio Nacional de Salud y, a través de un pacto de Estado, dejar a la sanidad fuera de la batalla partidista.
Solo una población culta y bien educada hace un uso correcto de la medicina. Así que frente al “menos latín y más deporte” recomendado hace años por un ministro de Franco y que nos ha convertido en primeros en muchas disciplinas deportivas y últimos en los rankings educativos internacionales, sería bueno que nuestros actuales dirigentes recomendaran “menos fútbol y más instrucción”.
Quizás así podremos en este, súbitamente, empobrecido país nuestro mantener dignamente un pilar fundamental que evite pasar del Estado de bienestar, que creíamos tener al alcance de la mano, al de malestar, que de seguir así, nos amenaza.
Norberto González de Vega es cirujano cardiovascular.

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