miércoles, 23 de enero de 2013

El debate sobre la problemática del periodismo de calidad en El Confidencial

“El periodismo no está en crisis, quienes están en crisis son El País y El Mundo”

 “El periodismo no está en crisis, quienes están en crisis son El País y El Mundo”

 Esteban Hernández
El debate es intenso. La sala es pequeña y está abarrotada. Los argumentos se suceden, expuestos con cierta pasión y utilizando ese tono grave que se reserva para los asuntos de gran importancia. Lo cual no deja de ser sorprendente, porque hablan del periodismo escrito y de su crisis, un asunto que ha generado posiciones bastante encendidas, pero sólo en sectores profesionales. Los asistentes al debate, que se celebra en el interior de una librería son simples lectores, nada hay que les una profesionalmente al asunto, pero parecen entender que el mal momento del sector genera consecuencias negativas para toda la sociedad.
Se escuchan frases como “El periodismo no ha muerto”, “La gente sigue leyendo las crónicas, pero lo hace en otros soportes” o “El periodismo de reportajes sigue siendo muy necesario”, y se ponen encima de la mesa conceptos muy parecidos a los que se utilizaron en las discusiones sobre tantas otras “muertes” (como la del arte, la del rock, la del cine narrativo) que se han venido sucediendo en las décadas precedentes. De la inevitable supervivencia de los periodistas de raza se está conversando en los corrillos posteriores al debate, cuando María, una de las organizadoras, expone con convicción la que se convertirá rápidamente en la conclusión común: “El periodismo no está en crisis, quienes están en crisis son El País y El Mundo”.
A esa pérdida de lugar de los grandes medios generalistas, de esos diarios que fueron de referencia, también alude Emilio, un editor que publica libros de crónicas periodísticas. Emilio percibió un espacio vacío en el mercado a partir de la renuncia de la gran prensa a publicar reportajes de calidad. Como “cuentan con menos medios humanos y les pagan peor, recortan corresponsalías y hacen trabajar a destajo a sus periodistas, hay muchas menos opciones de encontrarse en un diario con una gran crónica”. Y ese fue el nicho que decidió ocupar con Libros del K.O., su editorial, una suerte de refugio “para los textos de no ficción madurados y documentados, que tienen la extensión que necesitan y que se han escrito sin la prisa del día a día”.
 "Es una pequeña tragedia"
La suya es una iniciativa que no nace fruto de un incremento de la demanda, sino de una ausencia repentina, producida por la retirada del periodismo hacia terrenos diferentes. En ese sentido resulta significativa, toda vez que refleja con exactitud cómo los espacios que los grandes medios van abandonando tratan de ser aprovechados por medios emergentes, de dimensiones reducidas, que conforman una actividad enormemente viva, muy ágil, pero plagada de iniciativas marginales. Como señala Emilio, “hay nuevos medios y nuevos periodistas freelance que están haciendo un trabajo excepcional, hay más periodismo especializado y muchos micromedios. Parece claro que el modelo de gran diario generalista que ofrecía un producto muy global, que te podía hablar de lo que pasaba en el sur de Asia y en la esquina de tu barrio, está desapareciendo. Y es una pequeña tragedia, porque es el tipo de producto con el que nos hemos criado”. En su lugar, habrá diarios y revistas especializadas, más nichos y menos audiencias de masas.
El problema, en ese cambio de modelo, es que nadie sabe cómo rentabilizar los contenidos, más allá de la insistencia en una publicidad que tampoco está en su mejor momento. Los nuevos medios se mueven en sectores muy limitados de los que es complicado salir, y los grandes diarios sustituyeron un modelo de negocio por otro en el que primaba la gratuidad y que se les está volviendo en contra. Ahora, sus consejeros delegados miran al horizonte, son conscientes de que algo hay que hacer, pero no saben exactamente qué.

Los muros de pago
“O reaccionas o estás muerto”, explica Arsenio Escolar, director editorial de 20 minutos, un profesional cuya trayectoria abarca más de tres décadas. Esta misma semana, Escolar ponía en marcha Gonzoo.com, un proyecto de periodismo dirigido al segmento de jóvenes de 16 a 24 años. Esta iniciativa llevaba gestándose dos años y responde, según su impulsor, a la necesidad de recuperar a un público que paulatinamente iba perdiendo presencia en sus datos de audiencia. El hecho de que España sea uno de los países de la UE con mayor penetración de smartphones es la otra justificación monetaria sobre la que se asienta este nuevo medio. Además de esta iniciativa, Escolar también lideró la gestación de Carrieserena.com, un sitio de información dirigido especialmente a mujeres. Ambos proyectos coinciden en dos aspectos: son medios de nichos, muy visuales, y con una pretensión en los contenidos que los aleja de los que el periodismo de referencia exigía. La búsqueda de nuevos públicos obliga también a otros lenguajes y a utilizar criterios de elección y de calidad diferentes.Los nuevos medios se mueven en sectores muy limitados de los que es complicado salir
Esa necesidad de reacción, de ir pulsando distintas opciones, está en la cabeza de los gestores de los medios periodísticos. Y como ya no hay demasiado margen para seguir utilizando el método de ensayo y error (y más aún después de que casi todo hayan sido errores), la gran mayoría de los medios empieza a mirar como la gran solución a la experiencia que mejor está funcionando en el mercado internacional, el paywall.
2011 fue el año del paywall en EEUU, cuando 156 diarios adoptaron la estrategia de cobro sobre contenidos. La mayoría de ellos (un 86%) escogió el modelo implantado por The New York Times, que permitía a sus lectores acceder sólo a un determinado número de noticias antes de solicitarles una suscripción. Y a pesar de las extendidas reticencias de los usuarios a pagar por leer, parece que la apuesta del NYT está empezando a dar sus frutos.
 
El editor del The New York Times, Arthur Sulzberger, presenta el nuevo modelo de negocio.

El diario estadounidense había conseguido 566.000 suscriptores digitales en septiembre 2012, facturando alrededor de cien millones de dólares por pago digital, más de lo que ingresaba por publicidad. El éxito de experiencias similares en ámbitos europeos, como la del diario británico The Times, cuyo contenido sólo puede ser leído por suscriptores, parece demostrar que el camino del futuro estará marcado por el cierre de los diarios digitales. Máxime cuando entre sus ventajas no sólo está la consecución de recursos imprescindibles, sino el establecimiento de una barrera de defensa de las ediciones impresas. Acelerar la implantación de suscripciones digitales es una estrategia utilizada por los grandes medios también para proteger sus contenidos en papel.
Sin embargo, para conseguir ingresos hace falta algo más que la simple voluntad. Un medio que ya ha recorrido ese camino es The Economist, un semanario que desde el inicio utilizó estrategias de pago que han funcionado porque, como explica a El Confidencial Tom Standage, editor de la versión online, ofrece “reportajes, análisis y opinión de una manera diferente. Es algo que no puedes encontrar en otra parte, de manera que, si lo quieres, tienes que pagar por ello”. Cuando filtran contenidos gratuitos, vía blogs o social media, como Twitter o Facebook, tienen como objetivo ganar nuevos suscriptores a partir de una lógica sencilla: ofrecemos calidad y esperamos que, viendo el producto, la gente lo adquiera. Con buenos resultados: “Más de la mitad de los nuevos abonados que hemos logrado vía iPad/iPhone/Android no habían sido nunca suscriptores de la revista”.
La réplica del “cierre” en España
Algo similar es lo que intentará hacer la prensa española en 2013, el año del cambio. Todas las apuestas señalan que los principales diarios “cerrarán” sus contenidos en este ejercicio. Existen dudas sobre cómo lo harán, sobre el modelo que seguirán y sobre el número de diarios que se sumarán a esta iniciativa, pero no acerca de la decisión en sí. Esta misma semana, el diario belga Le Soir anunciaba que pondrá en marcha una edición digital vespertina de pago, en la que pueda volcar la reflexión, la interpretación y el análisis que no pueden encontrarse en las publicaciones de la mañana, y el diario El Mundo secundó la iniciativa señalando que publicará una edición vespertina para Orbyt con una intención similar.
Sin embargo, está por verse si esta iniciativa tendrá el seguimiento necesario entre los lectores españoles. Siendo cierto que basta con que un pequeño porcentaje de usuarios decida abonar los contenidos para que los medios resulten rentables, también lo es que pocas iniciativas editoriales cumplen con los motivos que llevan a un usuario a convertirse en suscriptor, como es que la información que recibe le ayude a tomar decisiones o que le entretenga.
Dadas las experiencias previas (la decisión de El País de cobrar por su edición digital en la década pasada lanzó al liderazgo a El Mundo), es probable que toda decisión de cierre pase por el consenso entre los principales medios, lo cual tendrían difícil encaje con las normas de competencia, pero liberaría a los editores de la carga de ofrecer un contenido realmente distintivo. Aún así, la decisión supondría un proceso complicado. Se acostumbró al usuario a tener la información gratis y al alcance de un clic, y ahora hay que convencerle de que debe pagar por ella. Un camino de vuelta mucho más complicado que el de ida…

El cambio más relevante de la historia de la comunicación
Los diarios han de afrontar, además, cambios muy evidentes. El entorno tecnológico determina los modelos de negocio. Las audiencias y los anunciantes están dejando de ser dos patas independientes sobre las que configurar un producto periodístico, pues ellos mismos evolucionan adaptándose a los nuevos parámetros marcados por la red y los soportes digitales. Ni el público mantiene los mismos hábitos informativos que hace unos pocos años ni los anunciantes comercializan igual su publicidad.
Los esquemas tradicionales de rentabilización pierden todo su sentido debido a que las nuevas tecnologías, con un carácter disruptivo, están vehiculando este cambio de paradigma. Una “revolución” que está marcando el “cambio más relevante de la historia de la comunicación”, apunta Escolar. La complejidad en este contexto es cada vez mayor. En primer lugar, hay que enfrentarse a las dificultades impuestas por la velocidad a la que evoluciona la situación. Estos cambios están acompañados de unas altas dosis de incertidumbre, siempre con una misma máxima en el horizonte: “Nada es seguro”. Por tanto, el modelo que hoy es rentable podrá convertirse en deficitario en cuestión de meses.
Buscar  el éxito en la complejidad
La otra gran dificultad a la que hay que se enfrentan los medios en la actualidad tiene que ver con la multiplicidad de variables que intensifican la complejidad: la diversidad de soportes tecnológicos, desde los smartphones y tabletas, hasta los portátiles y ordenadores de mesa, la microsegmentación de las audiencias y sus flujos por las redes sociales, la publicidad personalizada y, finalmente, los nuevos hábitos de consumo informativo. Juan Varela, asesor de diferentes grupos de comunicación, director de Mediathink Consultores y autor del blog Periodistas 21, entiende que la clave del éxito consiste en acertar a la hora de cruzar todas estas variables. Un reto para el que no se pueden establecer reglas generales pues, como él mismo explica, “no existe un modelo único y cada medio debe buscar el suyo propio”. Independientemente del alcance de cada medio, la estrategia será completamente diferente para uno generalista que para otro de nichos (ya sea por género, edad, procedencia geográfica, etc.).Las reglas básicas del negocio dependen de la fuente de ingresos que cada medio trate de priorizar
El siguiente paquete de reglas básicas depende de la fuente de ingresos que cada medio trate de priorizar, continúa Varela. Es decir, si la monetización vendrá principalmente de la mano de la publicidad o del pago directo de los lectores. En el futuro a corto plazo cualquier medio tendrá que posicionarse en uno u otro lado. En el primero de los casos, habrá que “posicionarse en nuevos formatos y buscar diferentes estrategias publicitarias para cada uno de ellos”. Por supuesto, orientadas y gestionadas en base al nuevo paradigma digital porque “la publicidad tradicional ni funciona ni gusta a los usuarios”. Los medios que ofrezcan contenidos gratuitos en abierto necesitarán tener más publicidad y más audiencia. En el segundo de los casos –pago directo–, habrá que ser capaces de ofrecer un valor añadido al producto que permita la captación de suscriptores. Estos dos modelos hacia los que se dirigen las estrategias empresariales no tienen porqué ser estancos, como ocurren en muchos de los proyectos más recientes.
 
Los flujos de las redes sociales están marcando los hábitos de consumo.

El tercer reto tiene que ver con los cambios en la misma publicidad que busca una rentabilidad mayor. En papel, las cosas caen en picado, y en digital, las centrales de medios cada vez exigen más rentabilidad vinculadas a visitas, y no a mera exposición. La segmentación de las audiencias es una práctica bastante implantada que responde a los requisitos de los anunciantes para acotarse a su público objetivo. Sin embargo, cada vez parece menos necesario enfocarse hacia esta estrategia, pues la propia publicidad ya es capaz de segmentar por ella misma y el pago proviene por la transacción directa; es decir, por la entrada en la página del anunciante, la suscripción a un catálogo o la descarga de una aplicación. Los algoritmos que utiliza Google y las cookies almacenadas en nuestra caché también comienzan a ser suficientes para personalizar la publicidad. De hecho, se estima que, a finales de este año, el volumen de la contratación automática por algoritmo copará el 30% del mercado europeo.

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