martes, 22 de enero de 2013

MATACÁN

La corrupción es crimen organizado


Javier Caraballo
Como son tantos los años, tantos los escándalos que se acumulan en la memoria, también sabemos que la corrupción describe siempre el mismo trayecto, las mismas fases desde que la opinión pública descubre la felonía hasta que la tormenta se disipa, por saturación o porque otras bombas estallan en otros despachos.
Una de esas fases, que machaca con la técnica de un mantra, es el discurso repetido de que la inmensa mayoría de los políticos no están salpicados por la corrupción y que, en consecuencia, se hace un daño terrible a la democracia cuando se generaliza al hablar de corrupción. 
Esta fase es especialmente irritante porque, al final, parece como si lo que molestara es la denuncia en sí por encima del hecho denunciado. Como si la gravedad de la corrupción estuviera en las consecuencias sociales, el desapego de la sociedad que atiende enojada al trasiego de maletines. Cualquiera que pegue el oído al discurso político observará que, una vez más, estamos ya en esa fase, y que dirigentes y actores políticos de todo signo repiten una y otra vez el mismo razonamiento.
Es un mensaje sutil pero contundente: se trata de rodear de una aureola de irresponsabilidad a quien extrae consecuencias generales de los casos de corrupción que se van conociendo; se trata, en suma, de presentar todos esos escándalos como casos concretos, que afectan sólo a quienes se ven involucrados directamente, nunca como casos que afectan y retratan a la clase política en general. ¿Que la mayoría de los políticos son honrados? Pues claro. ¿Que España no está entre los países más destacados en las listas internacionales que miden la corrupción? Pues sí. Pero ni una cosa ni la otra, que son evidencias constatables, disminuyen para nada la gravedad del momento porque, en primer lugar, la alarma social que genera un delito no se mide nunca por el número de delincuentes que lo cometen y, en segundo lugar, porque sólo nos faltaba tener que agradecer que en España no haya más mordidas que en México, un suponer.
El principal problema de la corrupción en España, vamos a ver, es que no está reconocida con la gravedad penal que debiera, con la trascendencia social que debiera. En esto, es aconsejable sumarse a la tesis que defiende el fiscal superior de Andalucía, Jesús García Calderón, quien, sin ambages, afirma: “La corrupción política es crimen organizado”. Como recordaba sus palabras de otras conversaciones, ayer volví a recurrir a él para valorar el momento. Veamos. La calificación de crimen organizado se realiza de acuerdo a un decálogo elaborado por la inteligencia policial en el seno de la Unión Europea, con el fin de unificar criterios. Si una actividad ilícita cumple, al menos, seis puntos de ese decálogo, se trata de crimen organizado. Podemos hacer un sencillo ejercicio, que cada cual repase los puntos de ese compendio y que vaya anotando los que, a su juicio, se corresponden con el fenómeno de la corrupción política en España. Son estos:
1.- Existencia de un grupo de personas más o menos numeroso en el desarrollo de la actividad delictiva.
2.- Reparto de tareas o de papeles entre los miembros del grupo con existencia de normas de disciplina interna y jerarquía. A veces aislamiento del cabecilla como forma de protección. Interposición de testaferros o autoinculpación de subordinados.
3.- Actuación prolongada en el tiempo.
4.- Comisión de actos delictivos graves. Utilización de técnicas y métodos de ejecución sofisticados. Alta tecnología en comunicaciones. Destreza financiera en el manejo de fondos y relación con la función pública.
5.- Actuaciones transnacionales o intensa movilidad territorial dentro del Estado.
6.- Uso sistemático de la violencia o intimidación grave.
7.- Utilización de instrumentos jurídicos para crear estructuras económicas o comerciales. Uso habitual de cualificados profesionales o expertos.
8.- Blanqueo de capitales.
9.- Influencia sobre políticos, medios de comunicación, funcionarios, o sobre la actividad económica.
10.- Obtención continuada de beneficios económicos.
¿Ha hecho la cuenta? Esos son los diez puntos del documento policial que delimita la existencia de crimen organizado. Y de los diez, sólo en dos casos podría considerarse que esos requisitos no se dan en la corrupción política que existe en España: el “uso sistemático de la violencia” y la “comisión de actos delictivos graves”, porque muchos supuestos penales vinculados a la corrupción no tienen esa consideración en el ordenamiento español.
Desde la perspectiva técnica del fiscal andaluz, no existe otra conclusión: para combatir con eficacia la corrupción hay que dejar de considerarla, tras cada episodio, como hechos particulares y comenzar a tratarla con la gravedad de un fenómeno extendido, transversal. Contra la corrupción, más medios y menos palabras; más medios para policías, jueces y fiscales y menos golpes de pecho sobre la ‘tolerancia cero’ y el ‘caiga quien caiga’. Contra la corrupción, menos ventiladores que esparcen la culpa hacia los demás y más controles internos en cada partido. Contra la corrupción, la mejor definición penal: crimen organizado. 
 
Matacán es el blog de Javier Caraballo en El Confidencial, desde donde abordará la actualidad política y social andaluza. A lo largo de las tres últimas décadas, Caraballo ha pasado por distintos medios de comunicación de prensa, radio y televisión, y en especial en El Mundo en Andalucía, donde ocupó el cargo de redactor jefe. En la actualidad, colabora con las tertulias de Onda Cero Herrera en la Onda y La Brújula.

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