No lo olvide Sr. Rajoy, en el ‘caso Watergate’, ganó la prensa y perdió Nixon
Cabos Sueltos
Sabemos que, mientras Cospedal, secretaria general del PP y presidenta del Gobierno de Castilla-La Mancha, azotaba ayer, desde su cuartel general de Génova 13, a la prensa -concretamente a El País-, tratando así de matar al mensajero, la Televisión castellano-manchega silenciaba una noticia que dio la vuelta al mundo, al revelar los papeles secretos del imputado Luis Bárcenas, el tesorero infiel, con el visto bueno de Mariano Rajoy.
Sabemos también que, desde que entró victoriosa en el Palacio de Fuensalida de Toledo, Cospedal no ha hecho más que destrozos. Ha resquebrajado el tejido social de la región -inteligentemente cosido por sus dos predecesores en el cargo, José Bono y José María Barreda- y ha llegado a cargarse a la oposición parlamentaria, a la que ha sustraído sus legítimos emolumentos.
El conde de Romanones
Sabemos que muchas de sus actividades son más propias de un cacique que de una dirigente política que le gusta dar lecciones de ética a los demás pero ella hace lo que le da la gana. A su lado, Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones, uno de los prototipos del caciquismo de la Restauración, era un angelito. En su feudo de Guadalajara el verdadero amo y señor no era nadie más que Romanones, aunque cierto es que su programa político era mucho más liberal -en el mejor sentido de la palabra- que el que defiende Cospedal.
Una emperatriz
Sabemos que vive no ya como una condesa, sino como una emperatriz. En plena crisis ha exhibido su dimensión de arpía o ave de rapiña. Su mansión en los cigarrales de Toledo, operación reciente, es fundamentalmente una provocación. Le dio por emular a Evita Perón y repetía constantemente que, frente al PSOE -rendido ante los poderosos, según ella- el PP era el Partido de los Trabajadores o de los parados.
“Te quiero un huevo”
Sabemos que la especialidad de Cospedal no es la verdad, sino la falsedad. Acusó al Gobierno de Zapatero y, de modo reiterado, al ministro entonces de Interior, Rubalcaba, de todos los males de España. Acusó al Gobierno socialista de conducir a España hacia un Estado policial, en base a escuchas telefónicas ilegales que atribuía al titular de Interior. Esta infamia la repetía Francisco Camps, el amigo de El Bigotes, subjefe de la mafia Gürtel, “te quiero un huevo”.
Libertad de expresión, no
Sabemos que al PP, en general, y a su secretaria general, en particular, no les gusta la libertad de expresión, a pesar de que digan lo contrario. Odian la libertad de expresión. Aznar, poco después de ser elegido presidente vía Jordi Pujol, una de las primeras cosas que puso en marcha fue el acoso y derribo al Grupo PRISA. Procuraron cepillarse a El País y a la SER. Estuvieron en un tris de conseguirlo. Años más tarde, el presidente del PP, Rajoy, ordenó a sus secuaces que boicotearan a la SER y a El País. Ayer mismo, Cospedal no pidió perdón a los ciudadanos por la malísima imagen que proyecta en el extranjero la figura de Rajoy a cuenta de la Gürtel. Lo que sí hizo es disparar contra El País buscando de forma desesperada que se acabe la agonía popular.
El Watergate
Sabemos asimismo que fue Cospedal la que nombró director general de la Televisión castellano-manchega a Nacho Villa, uno de los talibanes del más nefasto periodismo. ¿Cómo puede reprochar Cospedal a El País y al resto de periódicos, como ELPLURAL.COM, que sigamos informando de todo cuanto se vincula con la trama Gürtel? Aunque Rajoy continúe tomándonos el pelo, lo que deberían leer pronto Cospedal y él es el proceso del Watergate. Nixon creyó que, cerrando como fuere la boca a The Washington Post y otros diarios norteamericanos progresistas, lograría salir de rositas de su fechoría contra los demócratas. No lo olvide, Sr. Rajoy, en el caso Watergate ganó la prensa y perdió Nixon.
Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM
No hay comentarios:
Publicar un comentario