Julián Casanova Ruiz
Estamos instalados en el cabreo frente a los políticos, la Monarquía, los banqueros, las críticas por detrás, en los bares y cafés. Se escucha a menudo que no hay alternativa y los más catastrofistas apelan a una catarsis o purificación general. La alternativa, existe, sin embargo, y la fueron inventado los ciudadanos del siglo XX, tras sufrir guerras, dictaduras y violencias políticas sin precedentes. Los ingleses lo llamaron Welfare State, un estado que se preocupara por el bienestar de las gentes y no sólo por el mantenimiento del orden interno y la seguridad exterior. Aunque sus orígenes y primer desarrollo fueron una respuesta al crecimiento del capitalismo y a las desigualdades sociales generadas por la industrialización, el impulso definitivo llegó con el final de la Segunda Guerra Mundial, asociado a los beneficios sociales y derechos civiles que las democracias ofrecieron a la ciudadanía tras varios años de crisis y sacrificios. Y así se estableció en la mayoría de los países un amplio sistema de seguridad social, de pensiones y de subsidio de desempleo; un servicio nacional de sanidad, gratuito, financiado básicamente a través de impuestos; y educación para todos.
Todo eso estaba allí y se está destruyendo. La politica con políticos honrados está inventada y sin embargo nos parece que todos son igual de corruptos y mangantes. Los ciudadanos asumían responsabilidades políticas y ahora nadie quiere mirar más allá de su móvil u ordenador. Eso es lo que hay que recuperar: el pensamiento crítico, la acción responsable y la educación ciudadana. No pueden salir políticos buenos de una sociedad donde la gente, empezando por los niños, no guarda las colas ni en el autobús, fuma en los bares si nadie vigila, incumple las normas cuando nadie los ve y desconfía de los docentes e investigadores a cambio de adorar a deportistas -que apenas emiten sonidos guturales- y frikies de luxe. La politica corrupta es la consecuencia, no la causa.
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