La secretaria general de la CES opina que"destruir la protección social para crear empleo es absurdo"
Madrid.- Ni fuerte flexibilidad en las empresas, ni rigor máximo en la
contención del gasto público. La secretaria general de la Confederación
Europea de Sindicatos, Bernadette Ségol (Luzech,
Francia, 1949), fía la salida de la crisis y el freno a la caída en
picado del empleo a la puesta en marcha de planes de estímulo de la
economía.
Pone sobre la mesa un contrato asentado sobre el diálogo social y la negociación colectiva. Y señala que si los gobiernos no ceden tendrán que versélas en la calle con un incipiente movimiento sindical europeo que resurgió en la convocatoria del 14-N y que volverá a movilizarse el próximo marzo.
Ya se ha visto que la receta de la flexibilidad no contiene la sangría del desempleo en países con altas tasas de paro como España. ¿Cuál es la alternativa?
La primera alternativa es parar la austeridad y los recortes que se han practicado hasta el momento. Cuando una política no funciona hay que darse cuenta y cambiarla con urgencia. No obstante, puede que eso no sea suficiente. Por eso habría que poner en marcha planes de fomento del empleo para hacer resurgir la economía. Esto es válido para España y para el resto de países que cosechan tasas de paro insoportables. Una sociedad no puede funcionar con un 25% de paro. Hemos gastado cientos de miles de euros en salvar a los bancos y es imposible comprender que no podamos hacer lo mismo para salvar el empleo.
Las instituciones europeas insisten en que el Gobierno español debe combatir la alta tasa de paro e impulsar la competitividad de sus pymes. Sin embargo, recientemente hemos visto cómo la Comisión Europea ha dejado a España fuera de su último plan para activar el crecimiento. ¿Tiene sentido?
No es comprensible. España necesita un plan por el crecimiento y por el empleo. Flexibilizar las condiciones de trabajo no es la única solución. Es posible que haya casos en los que haga falta negociar, y los sindicatos están ahí para hacerlo, pero decir que hay destruir la protección social para crear empleo es absurdo. Y lo que ha ocurrido en España lo ejemplifica bien. Es cierto que hay que sanear y equilibrar las cuentas públicas, no decimos lo contrario, pero, a pesar de políticas como las que ha puesto en marcha el Gobierno de Mariano Rajoy, la recesión continúa y el déficit público sigue siendo extremadamente elevado. Es la hora de cambiar.
Ustedes proponen un nuevo contrato social para Europa, ¿en qué consiste exactamente?
En un momento en el que sólo se habla de un contrato fiscal, nosotros hemos puesto encima de la mesa una propuesta social. A los europeos no podemos decirles únicamente que se tienen que apretar el cinturón porque no puede haber una Unión Europea duradera sin una economía social de mercado. El posicionamiento general de la CES se asienta sobre tres pilares: diálogo social y negociación colectiva, justicia social y fiscal y una gobernanza económica diferente. Con estos tres pilares estamos convencidos de que podremos llegar a salir de la crisis, lentamente, pero salir de una forma socialmente aceptable, justa y progresista. La solución no viene por perder la protección social de la que tradicionalmente han gozado la mayoría de los países de Europa.
¿Qué piensa de la diferencia de salarios mínimos en la UE? ¿Es partidaria de crear un salario mínimo similar para los socios comunitarios?
No pensamos que haga falta tener un salario mínimo europeo igual para todos los países. Eso no es posible. Lo que sí sería positivo es que hubiera una referencia sobre el salario medio. La que nosotros proponemos viene marcada por la referencia que el Consejo de Europa hace sobre lo que es un sueldo decente. De hecho, el salario mínimo no debe necesariamente ser regido por una ley, hay países que elaboran su escala salarial a través de la negociación colectiva.
¿Habría que avanzar hacia una homogeneización de las relaciones laborales en Europa?
Lo que hemos defendido siempre es una armonización progresiva por arriba en las condiciones de trabajo. Lo que queremos evitar es que los países con regulaciones del mercado laboral más favorables a los empleados, empeoren. De crearse un estándar mínimo a nivel europeo, éste debería asegurar que quienes están mejor no empeoren, pero sí que los que están peor, poco a poco, mejoren. No obstante, todavía estamos lejos de eso y no creo que vaya a llegar pronto.
En España, la reforma laboral ha restado poder a los sindicatos en las empresas y éstos, además, cada vez se ven más amenazados por los partidos conservadores y la derecha mediática. ¿Qué han hecho mal? ¿Cómo pueden recuperar su fuerza en las relaciones de trabajo?
Los sindicatos son parte esencial del proceso democrático de un país, eso no hay que olvidarlo jamás. Recogen la voz de los trabajadores en las empresas para reivindicar sus derechos, pero también para negociar alternativas. Sé bien que los sindicatos son atacados, aunque no sólo en España. ¿Por qué? Porque la gente está enfadada con todo y contra todo. Que los trabajadores tengan representantes es necesario en una democracia.
Creo que esta campaña antisindical es inapropiada, pues estas organizaciones son fuerzas organizadas que contribuyen a canalizar el descontento. Destruirlos es destruir la cohesión social que requiere toda democracia. Y es una pena que algunos partidos no se den cuenta de eso.
¿Cree que el 14-N fue un buen punto de partida de un movimiento sindical que plante cara a la austeridad que marcan las instituciones europeas?
Fue una fecha importante porque mostró que existe un movimiento sindical europeo dinámico. En marzo volveremos a movilizarnos el día 13 en los diferentes países y el 14 con una protesta en Bruselas.
Si el descontento sigue en aumento, el paro no baja y los recortes siguen ahogando a la economía... ¿Cree que estas movilizaciones podrían volver a tener forma de huelga general?
Eso es algo que corresponde responder a las organizaciones de cada país. Nosotros no jugamos con la huelga, es nuestro último recurso. No obstante, continuaremos con las movilizaciones. El hecho de que el 40 aniversario de la CES se haya celebrado en Madrid pone de manifiesto nuestra voluntad de seguir hacia adelante y de reforzar el movimiento sindical en Europa. Hemos hecho progresos, aunque aún nos queda mucho por hacer. La voz del sindicalismo está unida en esta crisis y eso es importante.
Pone sobre la mesa un contrato asentado sobre el diálogo social y la negociación colectiva. Y señala que si los gobiernos no ceden tendrán que versélas en la calle con un incipiente movimiento sindical europeo que resurgió en la convocatoria del 14-N y que volverá a movilizarse el próximo marzo.
Ya se ha visto que la receta de la flexibilidad no contiene la sangría del desempleo en países con altas tasas de paro como España. ¿Cuál es la alternativa?
La primera alternativa es parar la austeridad y los recortes que se han practicado hasta el momento. Cuando una política no funciona hay que darse cuenta y cambiarla con urgencia. No obstante, puede que eso no sea suficiente. Por eso habría que poner en marcha planes de fomento del empleo para hacer resurgir la economía. Esto es válido para España y para el resto de países que cosechan tasas de paro insoportables. Una sociedad no puede funcionar con un 25% de paro. Hemos gastado cientos de miles de euros en salvar a los bancos y es imposible comprender que no podamos hacer lo mismo para salvar el empleo.
Las instituciones europeas insisten en que el Gobierno español debe combatir la alta tasa de paro e impulsar la competitividad de sus pymes. Sin embargo, recientemente hemos visto cómo la Comisión Europea ha dejado a España fuera de su último plan para activar el crecimiento. ¿Tiene sentido?
No es comprensible. España necesita un plan por el crecimiento y por el empleo. Flexibilizar las condiciones de trabajo no es la única solución. Es posible que haya casos en los que haga falta negociar, y los sindicatos están ahí para hacerlo, pero decir que hay destruir la protección social para crear empleo es absurdo. Y lo que ha ocurrido en España lo ejemplifica bien. Es cierto que hay que sanear y equilibrar las cuentas públicas, no decimos lo contrario, pero, a pesar de políticas como las que ha puesto en marcha el Gobierno de Mariano Rajoy, la recesión continúa y el déficit público sigue siendo extremadamente elevado. Es la hora de cambiar.
Ustedes proponen un nuevo contrato social para Europa, ¿en qué consiste exactamente?
En un momento en el que sólo se habla de un contrato fiscal, nosotros hemos puesto encima de la mesa una propuesta social. A los europeos no podemos decirles únicamente que se tienen que apretar el cinturón porque no puede haber una Unión Europea duradera sin una economía social de mercado. El posicionamiento general de la CES se asienta sobre tres pilares: diálogo social y negociación colectiva, justicia social y fiscal y una gobernanza económica diferente. Con estos tres pilares estamos convencidos de que podremos llegar a salir de la crisis, lentamente, pero salir de una forma socialmente aceptable, justa y progresista. La solución no viene por perder la protección social de la que tradicionalmente han gozado la mayoría de los países de Europa.
¿Qué piensa de la diferencia de salarios mínimos en la UE? ¿Es partidaria de crear un salario mínimo similar para los socios comunitarios?
No pensamos que haga falta tener un salario mínimo europeo igual para todos los países. Eso no es posible. Lo que sí sería positivo es que hubiera una referencia sobre el salario medio. La que nosotros proponemos viene marcada por la referencia que el Consejo de Europa hace sobre lo que es un sueldo decente. De hecho, el salario mínimo no debe necesariamente ser regido por una ley, hay países que elaboran su escala salarial a través de la negociación colectiva.
¿Habría que avanzar hacia una homogeneización de las relaciones laborales en Europa?
Lo que hemos defendido siempre es una armonización progresiva por arriba en las condiciones de trabajo. Lo que queremos evitar es que los países con regulaciones del mercado laboral más favorables a los empleados, empeoren. De crearse un estándar mínimo a nivel europeo, éste debería asegurar que quienes están mejor no empeoren, pero sí que los que están peor, poco a poco, mejoren. No obstante, todavía estamos lejos de eso y no creo que vaya a llegar pronto.
En España, la reforma laboral ha restado poder a los sindicatos en las empresas y éstos, además, cada vez se ven más amenazados por los partidos conservadores y la derecha mediática. ¿Qué han hecho mal? ¿Cómo pueden recuperar su fuerza en las relaciones de trabajo?
Los sindicatos son parte esencial del proceso democrático de un país, eso no hay que olvidarlo jamás. Recogen la voz de los trabajadores en las empresas para reivindicar sus derechos, pero también para negociar alternativas. Sé bien que los sindicatos son atacados, aunque no sólo en España. ¿Por qué? Porque la gente está enfadada con todo y contra todo. Que los trabajadores tengan representantes es necesario en una democracia.
Creo que esta campaña antisindical es inapropiada, pues estas organizaciones son fuerzas organizadas que contribuyen a canalizar el descontento. Destruirlos es destruir la cohesión social que requiere toda democracia. Y es una pena que algunos partidos no se den cuenta de eso.
¿Cree que el 14-N fue un buen punto de partida de un movimiento sindical que plante cara a la austeridad que marcan las instituciones europeas?
Fue una fecha importante porque mostró que existe un movimiento sindical europeo dinámico. En marzo volveremos a movilizarnos el día 13 en los diferentes países y el 14 con una protesta en Bruselas.
Si el descontento sigue en aumento, el paro no baja y los recortes siguen ahogando a la economía... ¿Cree que estas movilizaciones podrían volver a tener forma de huelga general?
Eso es algo que corresponde responder a las organizaciones de cada país. Nosotros no jugamos con la huelga, es nuestro último recurso. No obstante, continuaremos con las movilizaciones. El hecho de que el 40 aniversario de la CES se haya celebrado en Madrid pone de manifiesto nuestra voluntad de seguir hacia adelante y de reforzar el movimiento sindical en Europa. Hemos hecho progresos, aunque aún nos queda mucho por hacer. La voz del sindicalismo está unida en esta crisis y eso es importante.
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