Andrea Fabra y el duque empalmado
Antonio Orejudo
Este es un país curioso. A nuestros diplomáticos les
exigimos dos carreras, tres idiomas y una durísima oposición; y sin
embargo, cualquier mindundi puede llegar a ser ministro.
Para ser presidente de Gobierno ni siquiera es necesario tener estudios
universitarios; basta con haber sido lo suficientemente manso como para
no haber despertado envidias o lo suficientemente despiadado para no
haber dejado enemigos. Antes o después te llega el turno.
Da cosa fijar por ley un coeficiente intelectual mínimo para ser
ministro o exigir estudios universitarios, conocimiento de idiomas y
publicaciones de impacto —un buen currículum en definitiva— a quien
quiera ser presidente del Gobierno.
Da cosa porque
enseguida te llamarían elitista. Y te lo llamarían curiosamente los
mismos que quieren el mejor profesor para sus hijos, un médico excelente
para su madre y el arquitecto más competente para el edificio donde
trabajan todos los días.
Yo a la vista del percal
también he rebajado mis demandas y ya no exijo que los ministros tengan
estudios; me conformo con que tengan clase. Eso sí: extendería la
obligación de tomar un curso de urbanidad a cualquier cargo público.
Con seis millones de parados, tú no puedes comparecer tras un consejo de ministros y felicitarte porque el número de jóvenes desempleados ha disminuido gracias a la emigración.
Tampoco puedes ser vicepresidente de investigación del CSIC y decir que gracias a los recortes habrá más investigación científica.
No puedes ser vicepresidente de la patronal CEOE y decir en una entrevista que sin la reforma laboral habría más paro.
Y tampoco puedes llamarte don Floriano del PP y gritar en un mitin, o lo que sea, que hay partidos que se han beneficiado de la corrupción de algunos.
No puedes cachondearte así de la gente. Si militas en el PP y te estás
beneficiando de la crisis, tienes que hacer un esfuerzo y aguantarte la
risa, porque si no cualquier día vamos a tener un disgusto.
En cuestión de tacto y etiqueta la Monarquía sigue siendo superior a
los plebeyos. Fijaos: en cuanto la Casa Real ha tenido noticia de que
Urdangarin firmaba los correos electrónicos como El Duque Empalmado, lo
ha sacado de la página web. ¡Mano dura contra la corrupción!
La Casa Real lo sabe muy bien: una cosa es trincar, privatizar el país,
arruinarlo en tu beneficio para las próximas dos o tres generaciones, y
otra muy diferente descojonarte de la gente y exhibir con grititos
lúbricos como los de Andrea Fabra o duros empalmes como los del duque la
excitación que todo ello te produce.
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