La mentira, España.
Por Xoán Leiro
La
mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo.
Engañar a los demás es un defecto relativamente vano”. Estas palabras
pertenecen a Friedrich Nietzsche, uno de los filósofos que más criticó
el engaño al que nos vemos sometidos los humanos desde tiempos
inmemoriales.
Bien sea porque creemos en falsos preceptos o porque
traicionamos nuestra razón y entregamos nuestra voluntad a las emociones
funambulescas. Sea como fuere, lo cierto es que ellos nos engañan
porque primero nos engañamos a nosotros mismos.
En España es común negar la realidad aun
cuando esta te abofetea día tras día. Somos una nación construida desde
la mentira y sobre un fango disfrazado de tierra fértil. Nos mentimos
cuando dijimos que vivimos en un Estado soberano. Cuando dijimos que
todos somos iguales ante la ley. Cuando afirmamos que vivimos en un páis
con igualdad de oportunidades. Cuando nos jactábamos de nuestra
democracia “ejemplar”. Cuando nuestros gobernantes defendían a ultranza
que existía separación de poderes. Cuando nos decían que sólo prospera
un único modelo socioeconómico, su modelo. Cuando les dimos la autoridad
sin exigirles nuestro respeto. Nosotros, nos lo creíamos.
Hubo un tiempo en el que pensamos que
España era un dechado de virtudes, y ahora nos damos cuenta de que
estamos a la cola del progreso y a la cabeza de la mediocridad. Y a esta
situación llegamos entre todos. Nosotros somos quienes votamos, o no
votamos, quienes nos manifestamos o no nos manifestamos. Quienes
decíamos aquello de ” a mí la política me la pela”, o mejor aún “España
es el país donde mejor se vive de todo el mundo”. ¡Qué se lo pregunten a
esa chica a la que le piden 2 años de cárcel por comprarse pañales y
comida con una tarjeta de crédito encontrada en la calle, o a David
Reboredo, condenado a 7 años de cárcel por venden menos de 0,4 gramos de
heroína cuando era toxicómano!. Es nuestra Justicia, la Justicia
mediocre.
No me propongo aquí cargar despiadamente
contra nuestro país y nuestra sociedad, porque es muy fácil hoy
enarbolar la bandera del hundimiento. Mi propósito es preguntar en qué
nos hemos convertido para permitir sin apenas resistencia social que
todo nuestro Estado del Bienestar se derrumbe por la gestión política
más ruinosa de nuestra breve historia democrática. ¿Qué está siendo de
nuestros jóvenes, el motor más importante de una sociedad?. Ubi sunt?.
¿Qué va a ser de nuestros pensionistas?.
¿Y de nuestros médicos y profesores?. ¿De nuestra Justicia?. ¿Qué está
siendo de nosotros, ciudadanos sin capacidad de reacción más allá de 3
me gusta y un par de tweets?. Quo vadis, España?.
Vivimos engañados. Somos un teatro sin
actores. Un arco iris en medio de un mundo sin sueños. El espejismo de
la prosperidad. Ya no soñamos. No nos reímos. No caminamos juntos.
Cada 4 años acudimos cual ovejas a votar a unos mangantes, estafadores, malversadores, inmovilistas, incautos e incapacitados políticos cuya máxima es destruir al enemigo con la sinrazón del “y tú más”. Sin propuestas y sin cumplimiento del programa. Sin ambición y sin ilusión, más allá de llevarse a Suiza lo que es de todos.
Cada 4 años acudimos cual ovejas a votar a unos mangantes, estafadores, malversadores, inmovilistas, incautos e incapacitados políticos cuya máxima es destruir al enemigo con la sinrazón del “y tú más”. Sin propuestas y sin cumplimiento del programa. Sin ambición y sin ilusión, más allá de llevarse a Suiza lo que es de todos.
Estamos enfermos y ahora nos estamos
viendo en el espejo. Bárcenas es el vecino del 1º que nunca paga a
Hacienda. Es el colega de la infancia que tiene a sus empleados sin
contrato. Es ese vecino que monta una nave sin permiso legal. Es el
modelo que hemos creado entre todos, por acción u omisión. Pero entre
todos.
El sistema se desmorona, el árbol está
podrido y la masa está a un palmo de agitarse. Y nada es casual. Es el
fruto pestilente de un engaño masivo que ha llegado a las más altas y
mas bajas esferas. Pocos alertaban hace una década de que quien nos
gobernase acabaría haciéndolo en contra del bien común. Porque todo
tiene fecha de caducidad. Este sistema también.
Sin cambio de rumbo ni búsqueda de nuevos
paradigmas, el final se torna agónico y desquiciante. La fase moribunda
del bipartidismo neoliberal sólo puede alimentar la avaricia de unos
pocos mientras otros muchos se quedan sin lo más básico. Sin una casa,
sin un trabajo, sin Urgencias sanitarias, sin posibilidad de recurrir
una multa, sin Educación, sin futuro.
Vivimos en un engaño construido por unos
pocos y aceptado por todos. Nos engañaron con los maravillosos años del
“España va bien”. Nos engañaron con la Champions League de la Economía.
Nos engañaron e insultaron con las promesas electorales. Nos vendieron a
la banca. Nos convirtieron en sus esclavos.
Sólo un país enfermo y alienado consiente
que le roben lo que es suyo. Porque no es de ellos, es nuestro. La
Hacienda la construimos con nuestro trabajo. La libertad y la democracia
con miles de muertos. Llegó el momento.
Quo vadis, España?.
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