Un partido incompatible con la corrupción
Buscar el dinero negro de la caja B auditando los
libros de cuentas oficiales de la caja A es tan ridículo como ir a cazar
con una caña de pescar. Por el mar corren las liebres, por el monte las
sardinas (tralará). Y esa misma sensación –la de que nos toman por
niños pequeños que cantan canciones en la parte de atrás del autobús–
traslada María Dolores de Cospedal al anunciar solemne que “el PP es un partido incompatible con la corrupción” y que la prueba está en lo mucho que ha combatido el caso Gürtel “ donde está personado como acusación”. Ja.
Es cierto, el PP se presentó en el juzgado como acusación particular en la Gürtel.
Pero no fue precisamente para mostrarse implacable contra los
corruptos, más bien al contrario. El partido utilizó esta posición para
poner palos en las ruedas de la investigación judicial y pedir en numerosas ocasiones el archivo de la causa abierta contra Luis Bárcenas
por “la inconsistencia de los indicios”. “Se ha pretendido criminalizar
lo que en muchos casos no parecen sino meras irregularidades
administrativas que resultan penalmente inocuas”, argumentaban los
abogados del partido personados en la Gürtel sobre el hombre de los 22
millones en Suiza. Para la ‘acusación’ del PP, Barcenas era un inocente
al que se atacaba, pese a que no había “ninguna prueba ecuánime y
objetiva”; era la víctima de una persecución “de cariz político” con “la
única finalidad espuria de atacar a una formación política”.
Si hubiese sido por el PP, ese partido incompatible con la corrupción,
Luis Bárcenas jamás habría sido procesado y hoy seguiría siendo el
tesorero de la formación: un honorable senador víctima de una injusta
“cacería” del juez Garzón.
Pero volvamos a la auditoría,
ese gesto con el que el PP pretende atajar el escándalo de los
sobrecogedores y probar la pulcritud de su intachable contabilidad; esos
libros de cuentas de los que Luis Bárcenas se ocupó durante más de dos
décadas, desde que fue nombrado gerente en los años del referéndum de la
OTAN, Manuel Fraga y Alianza Popular.
Si de verdad el PP no tiene nada que ocultar, la forma de demostrarlo no es “ una investigación interna” a la que después una consultora privada le ponga un sellito –como hacía Deloitte con las cuentas de Bankia–.
Hay una manera mejor. Que el PP nombre una comisión independiente
formada por inspectores fiscales y técnicos del Tribunal de Cuentas y
del Banco de España. Y que no solo investiguen los libros de cuentas,
sino también el patrimonio, ingresos y ritmo de vida de los dirigentes
ensombrecidos por estas graves acusaciones, unos políticos cuyos nombres
y apellidos es probable que pronto estén en las portadas de los
diarios.
La situación no parece tener otra solución.
No estamos ante otro caso más de corrupción, donde el partido puede
decir aquello de que el chorizo es una manzana podrida, aislada y
puntual. Si las acusaciones sobre el reparto de sobres del dinero de las
comisiones de forma sistemática y durante varios lustros se demuestran
ciertas, estaríamos ante un partido institucionalmente corrupto, ante
una organización en cuya cúpula la honradez ya no sería la norma sino la
excepción. Por el bien de este país, hace falta mucho más que una
auditoría para aclarar esta sospecha cuya veracidad admiten en público ex diputados del mismísimo PP.
Ignacio Escolar es periodista. Es el director de eldiario.es. Fundador y primer director de Público. Autor de escolar.net. Analista político en radio y televisión: en Hoy por Hoy de la Cadena SER o en Las Mañanas de Cuatro. Más en www.escolar.net/about.
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