Los
ciudadanos quieren soluciones
La Pluma Afilada
La última
encuesta difundida en prensa ha dejado dos cosas en evidencia: la inmensa
mayoría no se fía de los políticos y además quiere soluciones cuanto antes para
salir del estercolero en el que nos están sumiendo las políticas suicidas e
interesadas de una casta política que parece obedecer, únicamente, a los
poderes financieros y a intereses poco confesables. Y en esa apreciación no
hace distingos.
Además, esa
misma comunidad cívica les reclama que se pongan de acuerdo para sacarles de la
fosa dentro de la que les han echado y que se ponga coto a la corrupción que
desangra a la nación española –cada día conocemos casos de mayor descaro y
mayor abuso-, mientras los políticos de todos los colores parecen mirarse al
ombligo, con el bolsillo blindado, cuando no con éste bien relleno por quienes entregan
comisiones a cambio de prevaricar.
Puede que
con las advertencias que contienen esos barómetros que miden el malestar de la
gente se estén mandando los últimos mensajes de forma pacífica a políticos,
sindicatos, instituciones y estamentos económicos y financieros. El cabreo del
pueblo español está alcanzando niveles que amenazan con desbordar el ámbito de
lo razonable. Son muchas las razones, como son muchos los problemas que no se
resuelven o si se hace, sistemáticamente afecta al bienestar ciudadano en vez
de preservarlo o mejorarlo.
De la derecha
española, siempre incivilizada y dada a los excesos
–cuanto más ahora que tiene el poder absoluto- poco se podía
esperar. El aburrimiento del votante con la estulticia de Rodríguez Zapatero y
su sonrisa bobalicona, provocó un vuelco contra natura de los sufragios en un
país que sociológicamente es más de centro izquierda que conservador. Porque
nadie previó que los modos amables de Rajoy ocultaban a un depredador más, en
línea con otros predecesores que tuvieron menos holgura de votos para castigar
a los humildes. No ha tardado más que un año en mostrar su verdadera faz
revisionista de tantos derechos ciudadanos, empujado por un auténtico Tea Party
carpetovetónico.
Ha llegado
la hora de que Pérez Rubalcaba demuestre que el PSOE no es una caricatura en
manos de una pléyade descastada de politicastros ambiciosos y que está
dispuesto a luchar. Sí, a luchar, porque hasta ahora no pasa de hacer muecas
más o menos ingeniosas, sin plantar cara a un adversario que le toma el pelo y
se aprovecha de su debilidad. Ya no valen sonrisitas o muecas. Hay que
desalojar del poder a toda costa a quien ha convertido su mandato en un
auténtico incumplimiento contractual.
Si
Rubalcaba no lo comprende a tiempo, el PSOE está condenado a desaparecer o a
quedar convertido en una minoría hilarante. Los resultados encadenados de las
elecciones, y peor aún, las encuestas que han seguido indican que el PSOE se
desploma, carente de ideas, proyectos y sobre todo de rostros nuevos y limpios.
La podredumbre se ha instalado en todos los intersticios, desde las alcaldías –que
aguantan por inercia- hasta el Parlamento y afecta igual a las llamadas
izquierdas que a las orondas derechas.
No se puede
esperar tres años más en los que los ciudadanos, sobre todo los más humildes,
siguen sufriendo palo tras palo de una derecha gobernante que no se oculta para
robarle el patrimonio de derechos que acumuló durante décadas. Si esto no es el
Tea Party, que baje Dios y lo vea.
La firmeza
aprobada en las reuniones del PSOE debe ser visible y no meramente una
declaración de intenciones. La perseverancia tiene que venir acompañada de
contundencia, o no será más que declamatoria. El PSOE si quiere un día ser gobierno
tiene que fundirse con la sociedad, filtrarse en sus poros y perder los modos
que lo han convertido en un haz de profesionales de la política, circunstancia
que resulta muy odiosa a la ciudadanía consciente. Hay que volver a la
izquierda, a una izquierda social y a pie de calle. Hay que dejar de aceptar lo
inaceptable y tomar decisiones en consecuencia. Y además mucha imaginación, que
parece desaparecida en acción desde hace tiempo.
Si de la
derecha los ciudadanos no esperan mucho, del PSOE se espera más o la desilusión
será tan grande que será barrido en las urnas. En las últimas elecciones, como
mínimo las candidaturas socialistas perdieron 4 millones de votantes. Muchos de
los 7 millones que mantuvieron la fidelidad, lo hicieron en la esperanza de ver
cambiar muchas cosas dentro del partido que un día fue obrero y cada vez menos
socialista. Pero muchos de ellos se han encontrado con que, en vez de dar la
vuelta al partido como a un calcetín, sigue preocupando más cómo conservar las
cuotas de poder, las poltronas y la comodidad. O sea, toda una paradoja:
conservadurismo de izquierda.
Ya no valen
más cuentos. Ahora hay que hacer y no prometer. Se ha podido leer estos días en
la opinión de algún veterano militante socialista, que la
credibilidad se pierde
rápidamente y se recupera muy lentamente o no se recupera. Los votantes y
simpatizantes socialistas, la auténtica base social –y no ese esperpento que es
el aparato del partido- le piden e incluso exigen a Rubalcaba que lea lo que le
dicen y reflexione. Y si se considera incapaz de liderar una auténtica
revolución interna -caiga quien caiga-, que convoque un urgente congreso y ceda
el paso a otro.
Hay
que mirar a la izquierda de las actuales posiciones y escuchar la indignación
de los ciudadanos. Hay que dar respuestas desde el socialismo, con la justicia
social y la solidaridad como estandartes irrenunciables. Y darlas con energía. Una
oposición tranquila no es lo que se demanda mientras la derecha destruye la
educación, la sanidad públicas y muchos de los derechos sociales. Y hay que
empezar por prometer e incluso firmar notarialmente que el PSOE desde el gobierno
desmantelará por decreto todas las barrabasadas que acumule en este tiempo la
derecha.
¡Basta
ya de medias tintas y paños calientes! ¡Los ciudadanos exigen soluciones!
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