Seguro que a muchos de ustedes, al ver las sedes del PP
nuevamente acordonadas, les han vuelto a la cabeza como a mí las
imágenes de aquella negra -sobre todo para la democracia- jornada de
reflexión de marzo de 2004. Entonces unos atentados conveniente y vomitivamente manipulados por el PSOE
y sus altavoces mediáticos cambiaron el color político del Gobierno
contra todo pronóstico electoral. ¿Se acuerdan de aquello de "los
españoles se merecen un Gobierno que no les mienta"? Seguro que sí,
porque su autor es ahora el líder de la oposición. Esta vez no hay bombas más allá de las pseudoinformativas que está llevando en sus sucesivas portadas El País, pero la intención es igual de siniestra que la de hace nueve años: lograr que vuele por los aires ya no sólo el PP, sino Mariano Rajoy y su Gobierno. Y, con ellos, la estabilidad y la credibilidad de España en plena e incipiente recuperación. Palabras
mayores que deberían haber puesto en jaque al CNI, a la Policía y a la
Guardia Civil, porque lo que está en juego es el país, no la cabeza de
uno, dos o tres altos dirigentes populares. ¿O acaso creen ustedes que
es casualidad que horas antes del Comité Ejecutivo Nacional del sábado
la metralla alcanzara a la ministra Ana Mato con un informe casi calcado a uno que ya se publicó en 2009 y del que ya entonces salió limpia judicialmente? La izquierda tiene por costumbre decir que al PP le gustan mucho las teorías de la conspiración, pero en este caso no se trata de una mera teoría, sino de una realidad. Y Rajoy
sabe perfectamente, según me consta, quién se esconde detrás de este
intento de golpe de Estado de guante blanco y de papeles torticeros. Lo
malo es que el presidente, extremadamente prudente como lo es, ni ha
desvelado el misterio ni lo desvelará. No tienen más que leer las
palabras que pronunció ante su Comité Ejecutivo Nacional: "No sé cuáles
eran las intenciones ni quién manipula los datos, ni quién los filtra
dosificadamente. Y no voy a hacer ninguna especulación sobre el tema",
aseguró. Sería un arma de doble filo que él que pide pruebas a los que
practican el "fariseísmo más descarado" lanzara una acusación así sin
tenerlas. Pero lo cortés no quita lo valiente. Algo debe de estar haciendo mal el PP
para que, 14 meses después de ganar las elecciones generales por
mayoría absolutísima, se haya quedado en la más estricta soledad en la
defensa de su honradez. Cierto es que en una sociedad
acostumbrada a ver políticos corruptos que se enriquecen a su costa lo
fácil es creerse, como se ha publicado, que los dirigentes del PP
de ahora y del de antes ponían el cazo para llevarse a casa un
sobresueldo con dinero manchado de los favores a las constructoras.
Pero también es cierto que el partido debería hacer más de lo que está
haciendo por demostrar que no son más que mentiras. Algo así le vino a decir el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, a Rajoy
en la reunión de este sábado. "La situación es de extraordinaria
gravedad, pone en cuestión la honorabilidad del partido y necesita una
acción contundente, que es lo que nos reclaman los ciudadanos y los
militantes", afirmó. Acción que, según González y también según Esperanza Aguirre, pasa por enseñar sin más dilación todas las cuentas del partido, por desnudarse ante una opinión pública sedienta de explicaciones. Explicaciones
que no deben acabar precisamente en un informe de la tesorera cuyo
contenido ha resultado ser el previsible y que, como dijo Luisa Fernanda Rudi el sábado, si no se dan todo el mundo pensará que hay "algo que ocultar". | | |
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