lunes, 11 de febrero de 2013

Una mirada oportuna sobre lo que esconden las palabras del líder de los negociantes


 
El Análisis de... José Antonio Pareja
Maldito Lou
El mundo soñado por Juan/Joan Rosell
José Antonio ParejaHace un par de semanas, Concha Caballero publicaba en El País un estupendo y visionario artículo titulado: “El día que acabó la crisis”. Como conclusión de su más que razonado y razonable escrito, la periodista afirmaba que un buen día, cuando los que gobiernan el mundo decidan que ya hemos tenido suficiente dosis de crisis, anunciarán que se ha terminado, y ese día descubriremos que con la recesión hemos perdido 30 años en derechos y salarios.
Por la última declaración del presidente de la patronal, Juan Rosel en Madrid y Joan Rosell en Barcelona, que a un buen hombre de negocios sólo le interesan las banderas si es del sector textil, ese día está más cercano de lo que imaginamos. La declaración de Joan/Juan pidiendo la casi eliminación del cuerpo de funcionarios públicos y una nueva reforma laboral que potencie los minicontratos, además de cuestionar que el número de parados de la EPA sea real, no es una provocación, como así se la han tomado sindicatos y partidos de izquierda, sino la expresión de un sueño.
El mundo que teme Concha Caballero coincide exactamente con el que desea Juan/Joan. El día que acabe la crisis, si no hemos hecho nada para impedirlo, Joan/Juan sueña con poder contratar a un trabajador que le acompañe los días de viento al campo de golf (con el IVA rebajado, como desea Esperanza Aguirre) y vigile que la ondulación de sus rizos no le estorbe a la hora de afrontar algún crucial golpe. Y terminado el partido y pagado lo que el patrón haya tenido a bien, si el obrero ha trabajado con diligencia quizá tenga la suerte de ser contratado otro día un par de horas más, y si no allí se habrá acabado su experiencia laboral en el sector del rizo.
Los pocos funcionarios públicos que queden para entonces, serán muy distintos a los de ahora. Nada de ociosos médicos en servicios de urgencias de hospitales públicos, ni profesores con horarios de niño de cinco años, ni mucho menos molestos inspectores de hacienda metiendo sus narices donde no deben. Los funcionarios del día del fin de la crisis serán como siempre los hemos deseado: eficientes, atentos y, sobre todo, muy obedientes. Básicamente policías y militares que se encargarán de vigilar que Joan/Juan y el resto de patrones, puedan seguir creando riqueza sin que nada ni nadie les estorbe.
Ese día, que Juan/Joan sabe que ha de llegar más pronto que tarde, el precio de la mano de obra será tan insignificante como lo es desde siempre en el Tercer Mundo. Descubriremos que el objetivo de la globalización no era exportar el modelo del mundo desarrollado a los países más pobres, sino exactamente lo contrario. Joan/Juan, que es un hombre viajado, sabe que no todo van a ser ventajas. Pasear por el centro de nuestras ciudades rodeado de niños pidiendo unos céntimos para completar el paupérrimo salario de sus padres, no será agradable. Pero para eso existen los clubs exclusivos y las amuralladas zonas residenciales. Quizá lo único que puede frustrar el sueño de Juan/Joan, es que no haya calculado bien la altura que deben tener esas murallas.

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