El fichaje de Rato, una
provocación
ALBERTO
MENÉNDEZ
Parece que lo hacen para provocar. La decisión de
Telefónica de fichar ahora a Rodrigo Rato para formar parte de sus consejos
asesores de Latinoamérica y Europa no tiene lógica ni justificación. Es como si
políticos y empresarios (o quizás habría que hablar en este caso de empresarios
políticos) estuviesen al margen de la realidad o viviesen en otro país.
Tras
los últimos acontecimientos protagonizados por Rato, incluyendo su
comparecencia ante la justicia para responder de los nefastos resultados de
Bankia, lo que menos cabía esperar en estos momentos era que el presidente de
Telefónica, César Alierta, anunciase la incorporación del ex ministro de
Economía a la multinacional española.
Sin
entrar o no en la capacidad del político de origen asturiano para ocupar el
cargo, lo que sí parece claro es que no era el momento oportuno para su
fichaje. Todo lo contrario. Y más aún si se tienen en cuenta los antecedentes.
Alierta fue nombrado máximo responsable de Tabacalera (desde donde dio el paso
a la presidencia de la compañía de telecomunicaciones) por el Gobierno de José
María Aznar, del que precisamente Rato era vicepresidente.
Ni
Alierta debía haber tomado la iniciativa ni mucho menos Rato aceptado la
propuesta. ¿No es el momento ya que de una vez por todas el ex ministro de
Economía deje de ser centro de la atención mediática? ¿O es que, al igual que
le sucede a otro vicepresidente de Aznar, también de origen asturiano, no sabe
vivir ajeno a los flashes, a las portadas, aunque ello sólo les sirva para
seguir perdiendo crédito, prestigio, ante la opinión pública?
Rodrigo
Rato ocupó un puesto estelar en la política española. Y hasta sonó como sucesor
de Aznar. Pero desde entonces todos sus pasos han ido en la dirección
equivocada.
Un
nuevo mal ejemplo. Uno más a los que nos tienen acostumbrados los políticos
españoles. Pueden buscar todas las justificaciones que quieran, pero lo cierto
es que su reputación es cada día menor. Ahí están las encuestas que lo
demuestran. Una tras otra. Pero por lo que se ve les da igual. Y eso es lo más
preocupante.
Cargos,
sueldos, dietas. La labor de un político va más allá de lo pecuniario. Pero no
basta sólo con decirlo, deben convencer a los ciudadanos de que realmente es
así.
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