sábado, 5 de enero de 2013

Reacciones negativas ante el escándaloso fichaje



El fichaje de Rato, una provocación

ALBERTO MENÉNDEZ
 Parece que lo hacen para provocar. La decisión de Telefónica de fichar ahora a Rodrigo Rato para formar parte de sus consejos asesores de Latinoamérica y Europa no tiene lógica ni justificación. Es como si políticos y empresarios (o quizás habría que hablar en este caso de empresarios políticos) estuviesen al margen de la realidad o viviesen en otro país.
Tras los últimos acontecimientos protagonizados por Rato, incluyendo su comparecencia ante la justicia para responder de los nefastos resultados de Bankia, lo que menos cabía esperar en estos momentos era que el presidente de Telefónica, César Alierta, anunciase la incorporación del ex ministro de Economía a la multinacional española.
Sin entrar o no en la capacidad del político de origen asturiano para ocupar el cargo, lo que sí parece claro es que no era el momento oportuno para su fichaje. Todo lo contrario. Y más aún si se tienen en cuenta los antecedentes. Alierta fue nombrado máximo responsable de Tabacalera (desde donde dio el paso a la presidencia de la compañía de telecomunicaciones) por el Gobierno de José María Aznar, del que precisamente Rato era vicepresidente.
Ni Alierta debía haber tomado la iniciativa ni mucho menos Rato aceptado la propuesta. ¿No es el momento ya que de una vez por todas el ex ministro de Economía deje de ser centro de la atención mediática? ¿O es que, al igual que le sucede a otro vicepresidente de Aznar, también de origen asturiano, no sabe vivir ajeno a los flashes, a las portadas, aunque ello sólo les sirva para seguir perdiendo crédito, prestigio, ante la opinión pública?
Rodrigo Rato ocupó un puesto estelar en la política española. Y hasta sonó como sucesor de Aznar. Pero desde entonces todos sus pasos han ido en la dirección equivocada.
Un nuevo mal ejemplo. Uno más a los que nos tienen acostumbrados los políticos españoles. Pueden buscar todas las justificaciones que quieran, pero lo cierto es que su reputación es cada día menor. Ahí están las encuestas que lo demuestran. Una tras otra. Pero por lo que se ve les da igual. Y eso es lo más preocupante.
Cargos, sueldos, dietas. La labor de un político va más allá de lo pecuniario. Pero no basta sólo con decirlo, deben convencer a los ciudadanos de que realmente es así.

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