Cuando la dignidad de un país se quema “a lo bonzo”
Apenas saben sino que -dicen- tenía 57 años, nacionalidad magrebí, estaba casado, era padre de dos hijos, y se ganaba unos euros como aparcacoches ilegal. El jueves se prendió fuego “a lo bonzo” frente al Hospital Carlos Haya de Málaga. Acababa de ser atendido en urgencias por una crisis de ansiedad. Al salir, como cada día se compró un paquete de Ducados y –esta vez- un mechero. Pagó 5 euros. Poco después se roció con gasolina y se prendió fuego. Los taxistas que aguardaban frente al centro médico acudieron a socorrerle con extintores. Les dijo: “No tengo ni para comer”. Se abrasó aún así el 80% de su cuerpo. Este viernes ha muerto.La noticia ha venido teniendo un tratamiento a medio gas por los medios informativos, excepto en La Sexta que incluso ofrecieron imágenes. Perdido en las páginas de otras muchas informaciones, poco a poco se han ido desgranando algunos datos más sobre él. Fue albañil pero se quedó en paro. Sus huellas dactilares quemadas impiden, sin embargo, identificarlo plenamente. Es decir, esta persona a la que conocían en el barrio, que había entrado ya en la indigencia, no tiene ni nombre aún.
Es la historia de la precariedad. Primero se pierde el empleo, después la casa… más tarde la razón por la angustia. La desesperación enciende la mecha final. Muchos, en ese punto, ya han entrado en la indigencia. Ya acarrean el estigma de inadaptados en esta sociedad tan estupenda. La gente de bien no es así. Pero más de cinco millones de personas carecen de trabajo en España, se han practicado 400.000 desahucios durante la crisis, en progresión ascendente. No todos tienen abuelos que cobren pensión para subsistir. Por ley de vida, no todos los tendrán en un cierto tiempo.
Pero hoy – en Madrid por ejemplo – están muy enfadados porque hay huelga de Metro en defensa de su puesto de trabajo y en contra de la privatización de un servicio de todos. Y porque mañana la habrá y algunos padres no podrán llevar a los niños a la Cabalgata de Reyes para que vivan la ilusión de recibir regalos… por segunda vez como mínimo en 3 semanas.
Realmente, con “el bonzo” desconocido se está quemando nuestra sensibilidad y nuestra dignidad como pueblo. No la de todos, claro, muchos están mostrando el estupor absoluto por la indiferencia general. Llegará un día en el que esas llamas abrasarán también las posaderas de los amorfos de variada tesitura. Como decimos tantas veces: ya no habrá nadie para socorrerles.
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