domingo, 17 de febrero de 2013

Leído en La Voz de Galicia

¿Por qué miente el PP?

foto de Fernanda TabarésLa moral protestante penaliza la mentira con la muerte política. A Clinton no lo tambaleó el fornicio chapucero sobre la alfombra azul del despacho oval, sino la trola con la que intentó ocultar su desahogo. No quiero decir que los dirigentes sajones no engañen. Ahí está Kissinger para darle categoría a los embustes gubernamentales con la oportunista teoría de que la moral del estadista es diferente a la del ciudadano corriente. Pero pareciera que en la vida pública de estos países estuviera bien presente la advertencia de Lutero: «Una mentira es como una bola de nieve; cuanto más rueda, más grande se vuelve».
Hacia nuestro sur, la moral católica concede a la confesión una capacidad de reseteo de las flaquezas humanas francamente útil. Y esta debe de ser la clave que explica por qué el PP se ha embarcado en una espiral inexplicable y suicida de embustes zafios con muy poco recorrido. 
Amigos como son de púlpitos y sotanas, supongo que confiarán en la reparación balsámica de la justicia a través del arrepentimiento que precede a la confesión. Eso sí, en privado. No se explican, si no, las descomunales chapuzas en la gestión del asunto; las trapalladas dialécticas de ese mal chiste de portavoz que es Carlos Floriano; los balbuceos de la desaparecida y otrora desafiante De Cospedal y hasta el silencio acusador de un Rajoy que aún no ha censurado ni un ademán del aparatoso Bárcenas. 
Saben que mienten. Y saben que la mentira es un pecado político que no deberían poder resarcir por la apañada vía del arrepentimiento compartido en la intimidad de un confesionario, esté este en una iglesia o en las mazmorras de Génova. Si su moral se lo permite, la nuestra no debería.

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