Almodóvar: "La conciencia ciudadana será la gran arma para que las cosas puedan cambiar"
'Los amantes pasajeros', es una metáfora de España: un avión a punto de estrellarse, con comandantes que ocultan información, una clase turista anestesiada para que no cunda el pánico y otra business que mantiene sus privilegios
Pedro Almodóvar, el
hombre que exportó en los años 80 una España liberada del yugo de una
dictadura, que apostó por modelos diferentes de sexualidad y familia y
que se echó a la calle en 2004 contra la guerra de Irak, considera que
en el año 2013 España vive "el vuelco más fuerte desde la democracia".
Los amantes pasajeros iba a ser el ejercicio de abstracción de Pedro Almodóvar ante una realidad poco festiva. Quería subirse al avión y desconectar en su vuelta al humor.
"Hay elementos para hacer sátira social, humor descarnado y negro sobre la sociedad española cada día. Hay temas enormes para ejercer el humor, pero no puede ser un humor ni blanco, ni amable, ni ligero. Si ahora mismo se mira a la sociedad española tiene que ser un humor muy negro porque la sociedad lo es", explica Almodóvar. Pero esa no era, a priori, su opción.
Sin embargo, desde que escribió el guión hasta su estreno el próximo 8 de marzo, el cambio de la realidad en el país ha provocado el consiguiente giro en la mirada sobre su filme. "No quiero decir que sea una película premonitoria. Pero cuando hay vuelcos sociales, y desde luego ahora estamos viviendo uno, el más fuerte que yo recuerde desde la democracia, las películas pueden quedarse viejas o, al contrario, de un modo inconsciente, adquirir una dimensión, un significado que no estaba en la cabeza de su director", asegura.
"Ahora mismo hay toda una clase a la que se ha inducido a la fuerza al sueño. Les han drogado para que no reaccionen.
Y también existe esa relación con el poder, que en este caso serían los pilotos, que intenta de momento no hablar, huir", explica. "La consigna que le da el comandante al sobrecargo es invéntate cualquier cosa, cualquier detalle técnico. También se parece mucho a lo que hacen nuestros dirigentes".
Pero, ¿cómo llegó Pedro Almodóvar a convertirse en una voz política? Hubo una época en la que decidió que la política no entraría en su cine. "Eran comedias pop en las que yo negaba la existencia de Franco, incluso la sombra de su recuerdo. Era una postura política y personal, negar que hubiera existido la dictadura", explica.
"No importa cómo se le llame, si movida o lo que sea. No es el producto artístico social o literario que dejáramos las personas que estábamos viviendo en esa locura, sino el hecho de vivirla. Y esa experiencia, naturalmente, contagia para bien toda mi obra", asegura.
Con ¿Qué he hecho yo para merecer esto? se comenzó a filtrar la amargura de un país esquizofrénico, deslumbrado por la vanguardia lisérgica y atada a una pata de jamón, aunque "el comentario político directo empieza a haberlo en los 90", reflexiona. "Toda obra es política y las películas lo son. El modo de reivindicar la autonomía tanto moral, y por supuesto sexual, de los personajes, femeninos masculinos y transexuales sí era mi modo de plasmar una realidad política muy concreta", explica.
Pero el Almodóvar activista estalló en 2004. "Cuando miles de españoles salieron a la calle para decir que no a la guerra de Irak tuve la sensación clarísima de que más allá de los partidos había una realidad muy poderosa que es la conciencia ciudadana", explica, y coincidiendo con el estreno de La mala educación mostró su apoyo al gobierno de Zapatero y su repulsa al Partido Popular.
Desde entonces, su implicación política no le ha beneficiado. "He firmado manifiestos, me he manifestado cuando la causa me parecía importante, pero no he estado en todos los lugares que quería estar porque por otra parte tendría que haber ocupado la primera fila y a mí me gusta ir con la mayoría. Basta que esté yo para que lo capitalice. Y eso es una putada", protesta.
Pero en 2013, la política y, sobre todo, la conciencia ciudadana, le interesan más que nunca. "Ahora mismo vivimos una situación totalmente asfixiante. No me siento con la superioridad moral de exigirle a nadie nada, pero la conciencia ciudadana será la gran arma para que las cosas puedan cambiar, aunque no es fácil", concluye.
Los amantes pasajeros iba a ser el ejercicio de abstracción de Pedro Almodóvar ante una realidad poco festiva. Quería subirse al avión y desconectar en su vuelta al humor.
"Hay elementos para hacer sátira social, humor descarnado y negro sobre la sociedad española cada día. Hay temas enormes para ejercer el humor, pero no puede ser un humor ni blanco, ni amable, ni ligero. Si ahora mismo se mira a la sociedad española tiene que ser un humor muy negro porque la sociedad lo es", explica Almodóvar. Pero esa no era, a priori, su opción.
Sin embargo, desde que escribió el guión hasta su estreno el próximo 8 de marzo, el cambio de la realidad en el país ha provocado el consiguiente giro en la mirada sobre su filme. "No quiero decir que sea una película premonitoria. Pero cuando hay vuelcos sociales, y desde luego ahora estamos viviendo uno, el más fuerte que yo recuerde desde la democracia, las películas pueden quedarse viejas o, al contrario, de un modo inconsciente, adquirir una dimensión, un significado que no estaba en la cabeza de su director", asegura.
"Ahora mismo hay toda una clase a la que se ha inducido a la fuerza al sueño. Les han drogado para que no reaccionen"
De igual manera que en el Festival de Cannes de 2009 reinterpretó Los abrazos rotos
como una visión velada de la reconciliación de España con su memoria
histórica, entiende ese avión, no en vano de aerolíneas Península, como
una muestra representativa de la España de hoy. A punto de estrellarse,
con comandantes que ocultan información, una clase turista anestesiada
para que no cunda el pánico y con una clase business que mantiene sus privilegios, en ese avión se reescribe su fábula desenfadada en una indirecta reflexión política."Ahora mismo hay toda una clase a la que se ha inducido a la fuerza al sueño. Les han drogado para que no reaccionen.
Y también existe esa relación con el poder, que en este caso serían los pilotos, que intenta de momento no hablar, huir", explica. "La consigna que le da el comandante al sobrecargo es invéntate cualquier cosa, cualquier detalle técnico. También se parece mucho a lo que hacen nuestros dirigentes".
Pero, ¿cómo llegó Pedro Almodóvar a convertirse en una voz política? Hubo una época en la que decidió que la política no entraría en su cine. "Eran comedias pop en las que yo negaba la existencia de Franco, incluso la sombra de su recuerdo. Era una postura política y personal, negar que hubiera existido la dictadura", explica.
Pedro Almodóvar: "Toda obra es política y las películas lo son"
Esas películas eran Pepi, Luci, Bom... y otras chicas del montón y Laberinto de pasiones. En la primera, había un proceso democrático para elegir la mejor erección, las "erecciones generales". En la segunda, sí aparecía un dirigente, el Sha de Persia, pero en la revista Diez Minutos. Era, por supuesto, la movida madrileña. Ruptura y diversión. "No importa cómo se le llame, si movida o lo que sea. No es el producto artístico social o literario que dejáramos las personas que estábamos viviendo en esa locura, sino el hecho de vivirla. Y esa experiencia, naturalmente, contagia para bien toda mi obra", asegura.
Con ¿Qué he hecho yo para merecer esto? se comenzó a filtrar la amargura de un país esquizofrénico, deslumbrado por la vanguardia lisérgica y atada a una pata de jamón, aunque "el comentario político directo empieza a haberlo en los 90", reflexiona. "Toda obra es política y las películas lo son. El modo de reivindicar la autonomía tanto moral, y por supuesto sexual, de los personajes, femeninos masculinos y transexuales sí era mi modo de plasmar una realidad política muy concreta", explica.
Pero el Almodóvar activista estalló en 2004. "Cuando miles de españoles salieron a la calle para decir que no a la guerra de Irak tuve la sensación clarísima de que más allá de los partidos había una realidad muy poderosa que es la conciencia ciudadana", explica, y coincidiendo con el estreno de La mala educación mostró su apoyo al gobierno de Zapatero y su repulsa al Partido Popular.
Desde entonces, su implicación política no le ha beneficiado. "He firmado manifiestos, me he manifestado cuando la causa me parecía importante, pero no he estado en todos los lugares que quería estar porque por otra parte tendría que haber ocupado la primera fila y a mí me gusta ir con la mayoría. Basta que esté yo para que lo capitalice. Y eso es una putada", protesta.
Pero en 2013, la política y, sobre todo, la conciencia ciudadana, le interesan más que nunca. "Ahora mismo vivimos una situación totalmente asfixiante. No me siento con la superioridad moral de exigirle a nadie nada, pero la conciencia ciudadana será la gran arma para que las cosas puedan cambiar, aunque no es fácil", concluye.
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