martes, 29 de enero de 2013

Interesante artículo del catedrático vasco Innenarity




Elogio y desprecio de la clase política

Sin representantes públicos nos ahorraríamos sueldos y algunos espectáculos bochornosos, pero perderían la representación de sus intereses y aspiraciones de igualdad los que no tienen otro medio de hacerse valer

Daniel Innenarity
Nos recuerdan las encuestas que este es nuestro principal problema. La misma expresión “clase política” incluye un desafecto, alude a una distancia, a una falta de coincidencia entre sus intereses y los nuestros. No es nueva esta crítica; lo novedoso tal vez sea que, gracias al poder multiplicador de los medios y las redes, la crítica ha adquirido las dimensiones de un auténtico linchamiento. Además de las causas objetivas que justifican este malestar (que van desde la incompetencia hasta la corrupción), se ha producido una constelación desfavorable hacia la política por muy diversos motivos, a veces incluso contradictorios, como es frecuente en las coincidencias reunidas en torno a la indignación: unos están seducidos por el éxtasis de la democracia directa; otros tienen aspiraciones más modestas en torno a la reforma electoral; los hay que hacen un cálculo de rentabilidad y se preocupan porque tal vez los políticos sean demasiados y ganen en exceso; otros se frotan las manos porque una sociedad con un sistema político débil les beneficia…
Cabe destacar entre las expresiones de nuestro malestar la performance de rodear el Congreso, un gesto que tiene menos sentido que la vieja ley británica que prohibía a los representantes morir en el edificio del Parlamento. ¿No habría que rodear más bien al resto del mundo —especialmente a los poderes económicos o mediáticos— para que el Parlamento ejerciera las funciones que esperamos de él en una sociedad democrática?
Que los políticos y las políticas dejen mucho que desear es una evidencia en la que no merece la pena perder demasiado tiempo. Tampoco es algo que debería sorprender a quien conozca cómo funcionan otras profesiones, ninguna de las cuales se libra de un serio repaso, con mayor o menor dureza. Ocurre, sin embargo, que esos otros oficios también manifiestamente mejorables tienen la suerte de estar menos expuestos al escrutinio público. La pregunta que yo me hago es cómo pueden encontrarse todavía candidatos para una actividad tan vilipendiada, dura, competitiva, discontinua, escrutada y poco comprendida. Estoy convencido de que, en general, los políticos son mejores que la fama que tienen. Pero el problema, adelantando un poco mi posición, no es exactamente este. Si así fuera, sería más fácil de resolver con una simple sustitución. A lo que estamos aludiendo cuando tomamos nota de la desafección política es a la crítica hacia cualquiera que esté desempeñando esa tarea (“todos son iguales”, etcétera) y aquí el problema adquiere una naturaleza más grave.
De entrada, conviene advertir que la actitud crítica hacia la política es una señal de madurez democrática y no la antesala de su agotamiento. Que todo el mundo se crea competente para juzgar a sus representantes, incluso cuando estos tienen que tomar decisiones de enorme complejidad, es algo que debería tranquilizarnos, aunque solo sea porque lo contrario sería más preocupante. Una sociedad no es democráticamente madura hasta que no deja de reverenciar a sus representantes y administra celosamente su confianza en ellos.
Una buena parte de la desafección política tiene su origen en un error de percepción. En cualquier democracia asentada hay multitud de representantes políticos que realizan honradamente su trabajo, pero solo es noticia la corrupción de algunos. La sensación que nos queda es que la política es sinónimo de corrupción y no advertimos que el escándalo es noticia cuando lo normal es que las cosas se hagan moderadamente bien. Ocurre lo mismo que con los errores médicos: nunca se habla en los medios de comunicación de las operaciones bien hechas, sino las fallidas y de ahí a sacar la impresión de que los médicos lo hacen mal no hay más que un paso. Gracias a los medios de comunicación el poder se ha hecho más vulnerable a la crítica, pero su lenguaje crispado y el mensaje de fondo que así transmiten ha extendido una mentalidad antipolítica. Una cosa es desvelar la mentira, ridiculizar la arrogancia y dar cauce a las voces diferentes; pero esa insistencia en lo negativo tiende a ocultar otras dimensiones de la política tan importantes como, por ejemplo, el valor de los acuerdos o la normalidad poco espectacular de los comportamientos honrados.
Supuesto lo anterior, y sin dejar de reconocer que la mayor parte de las críticas están justificadas, propongo invertir el punto de vista y preguntarnos si tras algunas de sus versiones menos matizadas no hay una falta de sinceridad de la sociedad respecto de sí misma. En una democracia representativa están ellos porque no estamos nosotros o para que no estemos nosotros. Seguramente es cierto que a la política no van los mejores, pero eso debería preocuparnos más a nosotros que a ellos.
La crítica ritual hacia los políticos nos permite escapar de ciertas críticas que, si no fuera por ellos, deberíamos dirigirnos a nosotros mismos. ¿Tiene sentido mantener al mismo tiempo ciertas críticas hacia nuestros representantes políticos y exhibir la inocencia de los representados? Hay una contradicción en pretender que nuestros representantes sean como nosotros y al mismo tiempo esperar de ellos cualidades de élite. Es imposible que unas élites tan incompetentes hayan surgido de una sociedad que, por lo visto, sabe perfectamente lo que debería hacerse. Aquí se pone de manifiesto que el populismo es un “igualitarismo invertido”, es decir, un modo de pensar que no se basa en la creencia de que el pueblo es igual que sus gobernantes, sino de que es mejor que sus gobernantes. Si los políticos lo hacen tan mal, no puede ser que los demás lo hayamos hecho todo bien.
Hay una paradoja tras la crítica de la política que podríamos llamar “la paradoja del último vagón”. Me refiero a aquel chiste acerca de unas autoridades ferroviarias que, tras descubrir que la mayor parte de los accidentes afectaban especialmente al último vagón, decidieron suprimirlo en todos los trenes. De acuerdo, supongamos que la política no funciona. ¿Cómo se suprime a toda la clase política? ¿Quién la podría sustituir? ¿Quién mandaría en un espacio social sin formatear políticamente? ¿A quién beneficiaría un mundo así? La política es una actividad que se puede mejorar pero, sobre todo, algo inevitable. Los populismos ignoran u ocultan esta inevitabilidad; extienden la desconfianza hacia los políticos como si fuera posible que de su actividad se hicieran cargo quienes no lo son o actuando como si no lo fueran. Hay quien en el fondo tiene una aspiración de suprimir la mediación que la representación política supone: consultas sin deliberación, marcos constitucionales irrevisables, imposición sin reconocimiento, mandatos imperativos… Una cosa es introducir procedimientos para contrastar la voluntad popular o para impedir que los representantes se eternicen —participación, rotación en los cargos, prohibir la reelección— y otra pretender una superación de la democracia representativa.
En el desprecio a la clase política se cuelan no pocos lugares comunes y algunas descalificaciones que revelan una gran ignorancia acerca de la naturaleza de la política y promueven el desprecio hacia la política como tal. A estos críticos deberíamos recordarles el principio de que siempre que se impugna algo estamos en nuestro derecho de exigir que se nos diga qué o quién ocupará su lugar. Para ser razonable la crítica debe medir a quién favorece en ocasiones su desproporción. Estamos hablando de incompetencia y de este modo favorecemos que los técnicos se apoderen del Gobierno; criticamos su sueldo y justificamos así que se entregue la política a los ricos; la descalificamos globalmente y asienten con entusiasmo quienes no le deben nada a la política porque ya tienen un poder de otro tipo.
¿Hay algo peor que la mala política? Si, su ausencia, la mentalidad antipolítica, con la que se desvanecerían los deseos de quienes no tienen otra esperanza que la política porque no son poderosos en otros ámbitos. En un mundo sin política nos ahorraríamos algunos sueldos y algunos espectáculos bochornosos, pero perderían la representación de sus intereses y sus aspiraciones de igualdad quienes no tienen otro medio de hacerse valer. ¿Que a pesar de la política no les va demasiado bien? Pensemos cuál sería su destino si ni siquiera pudieran contar con una articulación política de sus derechos.
Daniel Innerarity es catedrático de Filosofía Política y Social, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y profesor visitante en el Robert Schuman Centre for Advanced Studies del Instituto Europeo de Florencia.

Se puede pedir más alto, pero no más claro

Foto del mensaje

Los nacionalismos, amenaza para la paz de las personas


Los certeros análisis semanales de El Jueves


De una Tribuna de El País

 Todos corruptos

Las invocaciones a no generalizar quedan inhabilitadas cuando les falta la sanción ejemplarizante

Miguel Ángel Aguilar  Todos a la cárcel, rodada en 1993, es una colaboración inolvidable de Luis García Berlanga y Rafael Azcona que debería volver a las salas de exhibición, pero mientras llega ese momento se está imponiendo en el ambiente otra afirmación previa, la de “Todos corruptos”. Es una conclusión que deriva de hechos probados en los tribunales, con sentencias firmes, y de otros que se encuentran en fase procesal. Pero, a partir de casos de gran calibre, se aproximan otros de cualquier cuantía, merecedores de reproche social, que pasan a ser equiparables en los titulares con que aparecen y en la condena a que se hacen merecedores. Se acaba así la modulación de los tipos penales, todos corruptos, todos a la cárcel.
En la otra ribera, la del Gobierno, con la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría al frente, la consigna es cargar contra la generalización injusta y poner de manifiesto el carácter excepcional de los abusadores y la ínfima proporción que representan respecto a quienes cumplen con sacrificio y entrega sus deberes de representación pública. Pero estas invocaciones a no generalizar quedan inhabilitadas cuando les falta el acompañamiento de la sanción ejemplarizante. Recuperar la buena fama de un colectivo es imposible cuando las ovejas negras siguen campando por sus respetos. Para que la Guardia Civil quede aliviada de connivencia con los contrabandistas es necesario que los agentes implicados sean expulsados del Cuerpo, y para que la imagen de los empresarios hubiera quedado a salvo deberían haber abominado de su ex presidente Gerardo Díaz Ferrán.
Porque para salvar el honor de quienes se dedican al servicio público en cargos de representación se impone separar a quienes delinquen, en vez de brindarles amparo y cobertura, siempre y cuando sean de los nuestros. El álbum es abrumador. Pero ni un solo reproche han merecido los despilfarros del aeropuerto inservible de Castellón, coronado por la escultura de Fabra; ni tantos y tantos. Se prefiere esperar a que escampe, mientras los de a pie confían en que algún contable despechado vuelva a tomar venganza y abra un conflicto luminoso que permita conocer los excesos perpetrados con los fondos confiados a los partidos políticos y a los ayuntamientos. De modo que el tobogán de las corrupciones ofrece un espectáculo desalentador para el cumplimiento cívico.
Mientras, las informaciones, que se presentan sin un hilo conductor, tienen dos. El primero, la financiación de los ayuntamientos mediante extracciones a los promotores urbanísticos y a las empresas concesionarias de servicios. El segundo, la financiación de los partidos políticos con la exigencia de comisiones a los adjudicatarios de la obra pública y de otras gabelas. Ahí está la raíz del caso Gürtel por hablar del más jaleado estos días. Vemos que los focos se han centrado en la sospecha acerca de los sobrecogedores que en la nomenclatura del Partido Popular hayan podido beneficiarse de “ayudas a la navegación”, lo que en México llamaban también “orientaciones”. Pero todavía seguimos a falta de pruebas indubitables, mientras que la aparición de 22 millones en las cuentas suizas de Luís Bárcenas, que fuera gerente y tesorero del PP colmado de elogios y de respaldos, apenas han suscitado curiosidad. Además, contraviniendo la ley de la gravitación universal, la secretaria general de la formación, María Dolores de Cospedal, desde el primer momento, en vez de reclamar unas sumas que sin duda fueron desviadas de las finanzas del PP, se empeñó en declararlas por completo ajenas con una naturalidad desconcertante.
Escribía Javier Pradera, en La maquinaria de la democracia. Los partidos en el sistema político español, que al comienzo de la transición se argumentó a favor de la financiación pública para evitar que la debilidad económica de los partidos hiciera a sus dirigentes y cuadros más proclives a la corrupción (recepción de dinero negro a cambio de decisiones prevaricadoras). Pero los años transcurridos permiten afirmar que la financiación pública de los partidos no ha erradicado la corrupción. Y, aún más, que la instalación en el corazón del aparato estatal de unas organizaciones independizadas en gran medida de su electorado, con débil militancia y omnipotentes direcciones, favorece un ámbito de impunidad para sus extralimitaciones.
El monto de la financiación ilegal de los partidos, deducía Pradera, será la diferencia existente entre sus ingresos declarados (subvenciones, cuotas, donativos) y sus gastos reales, que saltan a la vista. Ahí queda una tarea urgente para el Tribunal de Cuentas, al que debería dotarse de medios y liberarle de dependencias políticas. Veremos.

Pues lo podía haber dicho antes porque nadie lo había notado

 El Confidencial, diario de información en español

LANZA UN DOCUMENTO PARA QUE EL PSOE “SALGA DEL BACHE”

López Aguilar reconoce ahora que Zapatero se “enclaustró” en un círculo “impenetrable”

Daniel Forcada
“Buena parte de la erosión acumulativamente infligida sobre la figura pública del presidente Zapatero tiene, a mi juicio, su explicación en el progresivo abandono de los patrones exigibles al trabajo en equipo”. El ex ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, cabeza de lista del PSOE al Parlamento Europeo en las últimas elecciones, ha hecho balance y autocrítica de los últimos años del PSOE en un documento dirigido a la militancia y cuadros del partido, “Salir del bache”,  una reflexión de 32 páginas en la que resalta, entre otros errores, el progresivo “enclaustramiento” del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero durante sus últimos años de Gobierno en un círculo muy reducido de asesores que tomaba las decisiones al margen del propio Consejo de Ministros. Una práctica que, a la postre – señala-, “amplió los márgenes y riesgos de errar y recrudeció los efectos” de la crisis.
Para López Aguilar, este aislamiento, que pocas veces se ha reconocido de forma tan clara y pública por parte de un miembro de la Comisión Ejecutiva Federal, llevó a la “sobreexposición” de Zapatero ante los problemas. Pero, sobre todo, limitó la capacidad del partido para explicar las reformas y medidas que se
López Aguilar reconoce ahora que Zapatero se “enclaustró” en un círculo “impenetrable” El ex ministro reconoce ahora que buena parte de las decisiones llevadas a cabo por Zapatero a partir de mayo de 2010 se tomaron al margen del partido y, lo que es peor, al margen del propio Consejo de Ministros. “Al descuido del equipo siguió la 'sobreexposición' del presidente. Y luego la reducción, cada vez más excluyente (por tanto, menos inclusiva), de los participantes del círculo de decisiones”, explica. “El ámbito de decisión comenzó por segregarse y desvincularse de la Comisión Ejecutiva Federal; luego, del propio Consejo de Ministros; finalmente, del propio círculo de los 'maitines' el más cercano al presidente…, para acabar enclaustrado en una ronda de conversaciones telefónicas. Inevitablemente, lo cierto es que cada vez menos. De modo que, en apariencia, a través de una irrefrenable secuencia de personalización y aislamiento en la cúspide, por ausencia de contrastes suficientes en actuaciones de enorme envergadura, se cometieron errores que, admitámoslo, habrían sido evitables si se hubieran atendido previamente los previsibles riesgos que, empero, no fueron considerados”.
López Aguilar no entra a detallar quiénes fueron las personas que mantuvieron ese estatus privilegiado de confidencias con Zapatero, pero señala que “tan reducido círculo de asesoramiento o consulta” generó “desconcierto de muchos (si es que no de casi todos)” en el propio partido y, también, en el Gobierno. Una dinámica que, a la postre, llevó a que “cada vez fuera más difícil sujetar a toda la organización del PSOE a una dinámica de hechos consumados, en apariencia impuesta desde un círculo cada vez menos penetrable”.
Ese reducido círculo “desplazó en muchos asuntos cruciales la conveniente práctica de la deliberación colegiada, premisa de toda decisión razonablemente compartida. No por casualidad, la eficiencia de la argumentación y la explicación sobre lo que estábamos haciendo, por parte de la maquinaria y del cuerpo del Partido, se fue diluyendo, e irremisiblemente con ella la propia eficacia política de los mensajes emitidos”.
“En más de una ocasión, sabiendo de algún frustrante intento de discusión de decisiones ya 'adoptadas' ¡y publicadas en los medios!, algunos opusieron u opusimos una fundada objeción a esa pauta de actuación: no es razonable creer que solamente dos, tres personas a lo sumo, tengan siempre toda la razón en todo, y nadie más la tenga nunca, absolutamente en nada. Eso es estadísticamente improbable y, además, es políticamente imposible. Sólo multiplica exponencialmente nuestras posibilidades y nuestras ocasiones de equivocarnos”, añade.
Esta práctica, concluye, “lesionaba”, sobre todo, “por sobrecarga en la red” al propio Zapatero. Y lo peor es que fue quedando patente que los propios ministros quedaban fuera de lugar en muchas de esas decisiones. “Llegó un momento en que llegó a ser ofensivamente evidente que los 'anuncios del Gobierno' –incluso los más relevantes, incluso los más dramáticos- no habían sido en realidad debatidos previamente, ni en el seno del Partido… ¡ni en el propio Gobierno! A menudo, personalidades de primera fila en la estructuración de responsabilidades no conocían de primera mano las decisiones que afectarían directamente a sus áreas de gestión antes de leerlas en la prensa o escucharlas en directo en la tribuna o en el 'escritorio' del Congreso. 
La intención del exministro no es la de denostar la figura de Zapatero, a quien ensalza a lo largo del texto por sus logros en otras materias y, sobre todo,  durante su primer mandato, pero incluye, pese a todo, un duro retrato de cómo se gestaron las decisiones contra la crisis tomadas en su última etapa y que han hecho que el PSOE haya pagado “con creces” los errores de su gestión, tal y como el propio Zapatero reconoció en una entrevista a La Sexta concedida recientemente.
De hecho, Aguilar señala que, al igual que se hizo con Felipe González cuando se cumplieron 20 años de su primer triunfo electoral, habrá que reconocer algún día lo hecho por Zapatero. Será el momento de decir, escueta y humildemente, algo parecido a '¡Gracias José Luis!'. Cierto que esa reivindicación cobra hoy por hoy sentido sólo o particularmente como contestación a las críticas acerbas. Pero intuyo que, cuando lo hagamos, estaremos suturando una fibra sensible de nuestra reconciliación con un capítulo digno de nuestra historia reciente, y dando reconocimiento, con austeridad y nobleza, a quien nos devolvió al Gobierno de España ocho años después del punto y aparte de Felipe”.

lunes, 28 de enero de 2013


Relato de un error de EL PAÍS

Dos reconocidos periodistas del diario reconstruyen lo ocurrido con la falsa foto de Chávez

José María Irujo / Joseba Elola Madrid 
 EL PAÍS cometió el pasado jueves uno de los mayores errores de su historia. Ese día, el periódico difundió una fotografía falsa aportada por la agencia Gtres Online en la que supuestamente aparecía intubado el presidente venezolano, Hugo Chávez. Pese a las dudas que les surgieron sobre las circunstancias que rodeaban esa imagen, los responsables del diario decidieron difundirla. Esas dudas no resueltas quedaron reflejadas incluso en el breve texto que acompañaba la fotografía, en el que se indicaba que “EL PAÍS no ha podido verificar de forma independiente las circunstancias en que fue tomada la imagen, ni el momento preciso ni el lugar. Las particularidades políticas de Cuba y las restricciones informativas que impone el régimen lo han hecho imposible”. El director de la publicación, Javier Moreno, es el primero en asumir que fue una equivocación: “Ese es el error central de la historia. Creíamos tener verificada una fotografía que no habíamos verificado”. Como Moreno, toda la cadena en la toma de decisiones asume la gravedad de lo ocurrido y pide disculpas. En cuanto tuvo conocimiento del error, la dirección del periódico ordenó recoger todos los ejemplares distribuidos hasta ese momento y, a la vez, retirar de la web la falsa fotografía. El coste de la reimpresión del diario y la nueva reimpresión supuso un coste adicional de unos 225.000 euros. El error tuvo una gran repercusión en las redes sociales y originó también la protesta del Gobierno venezolano. Nada más regresar de Davos, donde se encontraba, Javier Moreno analizó los hechos con el Comité de Dirección y el Comité Profesional, anunció cambios para mejorar el método en la toma de decisiones y encargó un relato a dos reconocidos periodistas del diario. Este es el resultado de ese trabajo periodístico.

"¿Puedes hablar? Es urgente". A las dos de la tarde del miércoles 23 de enero, Javier Moreno, director de EL PAÍS, observa en la pantalla del teléfono que tiene dos llamadas perdidas del director adjunto, Vicente Jiménez. Moreno está en Davos (Suiza) asistiendo al Foro Económico Mundial en el que se reúnen las élites sociales y económicas del planeta. Le extraña que desde la redacción en Madrid se comuniquen con él mediante Facetime, aplicación para hablar por videoconferencia.
Estamos seguros de que es Chávez, ¿no? ¿No será un montaje?”
Javier Moreno, director de EL PAÍS
-Javier tenemos una foto de una persona que parece Hugo Chávez en una sala de operaciones. La ofrece una agencia y estamos haciendo gestiones para conseguirla porque primero se la han ofrecido a El Mundo.
-¿Qué sabemos de la fotografía?
-La agencia dice que la ha sacado una enfermera en Cuba y que se la ha enviado a su hermana a España. Esta la ha ofrecido a una colaboradora de la agencia.
-¿No podemos tener más información?
-Luis Magán [jefe de fotografía] va a comer con el comercial de la agencia y lo va a intentar.
La foto está haciendo su entrada en el periódico. Es la instantánea que protagoniza uno de los mayores errores de la historia del diario EL PAÍS. Esta es la narración de cómo una imagen falsa acabó en la portada, reconstruida a través de conversaciones con los que intervinieron en el proceso.
Las llamadas perdidas de Jiménez son para enseñarle la imagen al director. Pregunta si se la puede enviar a Davos, pero el comercial de la agencia, Manuel Montero, rechaza su difusión. Facetime es la solución más rápida para mostrarla a distancia.
El director adjunto se comunica de nuevo con Moreno y le enseña la instantánea. "Me mostraron la fotografía montada sobre una cartulina blanca. Pedían 30.000 euros y respondí que no. Me parecía la típica subasta entre periódicos", recuerda Moreno, que sugiere ofrecer 10.000.
Cuando el director ve la fotografía le asaltan dudas de que sea un montaje y pide que se verifique. Minutos más tarde envía un SMS a Jiménez: "Estamos seguros de que es Chávez, ¿no? ¿no será alguien que se le parece en un montaje hecho en Lima, por ejemplo?". Jiménez responde: "Creo que no, pero, claro, es una foto que llega por un cauce irregular".
Me la han podido colar”
La foto falsa llega a EL PAÍS a través de la agencia Gtres Online. El miércoles 23 de enero, a las 11.00, Luis Magán queda en una cafetería con el director comercial de esta agencia que provee a EL PAÍS desde 2009 con material gráfico, sobre todo, para las secciones de Gente y Cultura. Montero anuncia que tiene una foto de Hugo Chávez hospitalizado. Y que se la han ofrecido antes al diario El Mundo, pero la operación aún no está cerrada.
Sobre las 13.30, Montero se acerca a un bar próximo a Miguel Yuste, 40, la sede del diario EL PAÍS, con una carpeta blanca con el logo de la agencia. En su interior, dos reproducciones en papel de la misma imagen. Magán las ve por primera vez: "La veo y creo que es Chávez. Lo único que pongo en duda es la fecha en que se haya hecho la foto", recuerda.
El jefe de fotografía pide explicaciones y Montero ofrece su relato. Cuenta que la foto ha sido realizada hace siete días. Que ha llegado a la agencia a través de una colaboradora de plena confianza.
Magán sube con la foto al despacho del director adjunto, Vicente Jiménez.
-¿Esta agencia será de fiar, no?, le pregunta Jiménez.
-A mí me parece que es Chávez, le responde Magán.
A lo largo de la tarde del miércoles 23, por el despacho de Vicente Jiménez, pasan, entre otros, Luis Magán y tres subdirectores: Jan Martínez Ahrens, Goyo Rodríguez y José Manuel Romero. "En esos momentos estamos manejando la sensación de tener una exclusiva mundial", relata Magán. Hay dudas sobre la fecha y la autenticidad de la foto. "Pero nadie pone en duda que sea Chávez", relata el jefe de fotografía.
Es fundamental despejar incógnitas. El subdirector Jan Martínez Ahrens es el encargado de hacerlo. Se reúne en su despacho, después de la hora del almuerzo, con el comercial de Gtres Online y le interroga sobre la procedencia de la foto. "El relato es francamente flojo, vago y difuso", cuenta Martínez Ahrens. Sobre las 17.30 pide hablar con el director de la agencia, Carlos Van Eyck, y le somete a un tercer grado telefónico. Van Eyck asegura que creen que la foto es verdadera y dice que confían en la persona que la ha traído a la agencia. No da la identidad del contacto en España, ni la de quién ha tomado la foto con el argumento de proteger a quien se arriesgó para tomar la imagen.
-¿Te la han podido colar?, pregunta Martínez Ahrens.
-Me la han podido colar, responde Van Eyck, quien en otros momentos, en cambio, insiste en la fiabilidad de su fuente.
Martínez Ahrens traslada esta información a Vicente Jiménez.
La agencia y su representante insisten una y otra vez en que la fuente de la que han recibido la fotografía es fiable y que confían en su colaboradora. En paralelo continúa la negociación económica. El representante de Gtres Online pide tiempo para hablar con la intermediaria.
Hacia las ocho de la tarde, Jiménez recibe la información de que la negociación ha prosperado y que la fotografía va a ser adquirida. "Cuando pactamos el precio [15.000 euros] decidimos publicarla", recuerda el director adjunto. "Nos dicen que no quieren que se firme la fotografía porque podría poner en peligro a la persona que la hizo. Nos pareció razonable y creímos que era una salvaguarda de protección y no debilidad de la fuente. Era una enfermera que se estaba jugando la vida. Está claro que nos equivocamos".
¿Por qué se tomó la decisión de publicar la foto si la agencia Gtres Online no había respondido a todas las dudas que se le plantearon esa tarde? "Consideramos que la fotografía era buena y seguimos de forma natural", explica el director adjunto. "No se votó ni nadie planteó su oposición. Nadie me transmitió dudas serias sobre la conveniencia de no publicarla o sobre su autenticidad, salvo un subdirector, que dudaba si debíamos publicar la imagen de un enfermo, pero estábamos de acuerdo en que era una noticia relevante porque el Gobierno venezolano no informa sobre la salud de su presidente. Hicimos una cesión de confianza a la agencia a pesar de que había puntos que no se podían comprobar", reconoce Jiménez. "Hicimos mal nuestro trabajo".
Magán, que recibió la oferta y negoció la compra, lo recuerda así: "Fue una decisión colectiva. Llega un momento en que tenemos que arriesgarnos o no". Hugo Chávez no aparece en público desde el pasado mes de diciembre ni acudió a su toma de posesión en Caracas al permanecer convaleciente en La Habana. Su dolencia está rodeada de secretismo.
En Davos, el director de EL PAÍS se ha encontrado con Moisés Naím, analista venezolano y columnista del periódico al que le cuenta que se está trabajando en la historia. "En un momento dado me trasladan la convicción de que la agencia lo ha verificado, que la historia es buena, que vamos adelante. No me dijeron que había muchas dudas porque si hubiera sido así lo habría parado, pero como había incógnitas sin resolver le pedí a Vicente que en el texto se añadieran, como información adicional, las preguntas a las que no habíamos podido responder. No como cautela sino como información complementaria. Creí que lo más honesto era reconocerlo".
Moreno asume que fue un error publicar la foto y acompañarla de un texto que dice que no se confía en la instantánea. "Ese es el error central de la historia. Creíamos tener verificada una fotografía que no habíamos verificado".
La apostilla dictada por Moreno y que se incluye en el pie de la imagen falsa dice: "EL PAÍS no ha podido verificar de forma independiente las circunstancias en que fue tomada la imagen, ni el momento preciso ni el lugar. Las particularidades políticas de Cuba y las restricciones informativas que impone el régimen lo han hecho imposible".
El director asume que dejar en manos de una agencia las verificaciones que debería haber hecho el periódico es un error grave. La precipitación fue el otro. Y reconoce que el hecho de que la información fuera compartida por un número reducido de mandos multiplicó el riesgo.
A partir de las 21 horas se comienza a editar la imagen para la edición impresa. La fotografía falsa pasa por más manos: diseño, fotografía, internacional y se vuelca en el sistema de edición Hermes por lo que numerosos redactores ya la pueden observar en pantalla. Media hora antes, el director adjunto y los subdirectores muestran la imagen a Guillermo Altares, redactor jefe de Internacional. "¿Esto es lo que creo que es? ¿Estáis seguros al cien por cien?", pregunta el periodista a sus jefes. "Estaban muy seguros de lo que tenían", recuerda. Altares propone hablar con el colaborador en Caracas, Ewald Scharfenberg, pero se decide no comunicarle la noticia por temor a que a través de la conversación telefónica se filtre la exclusiva. "Tengo plena confianza en Ewald pero no en las comunicaciones venezolanas", apostilla el redactor jefe.
Martínez Ahrens, subdirector, telefonea al colaborador en Caracas y le advierte de que el periódico va a publicar una información sensible para prevenirle. "Me dijo que era un asunto delicado y que estuviera atento a la reacción del Gobierno", señala Scharfenberg. El periódico no le informó de que iba a publicar una supuesta foto de Hugo Chávez.
A esa misma hora, Mokhtar Atitar, editor gráfico de la web, ve la fotografía y le asaltan las dudas. Deja su asiento en la mesa digital en forma de media luna situada en el centro de la redacción y se dirige a la de Magán. Le expresa sus reticencias, no tiene claro que la imagen sea buena. Después regresa a su puesto y se pone a buscar en Google para ver si hay en la red alguna imagen parecida. "No encontré nada pese a que hice varias búsquedas de imágenes. Lo hice por iniciativa propia", explica. Atitar busca fotos, pero la imagen, en realidad, procede de un vídeo.
En Davos, sobre las 23 horas, Naím coincide de nuevo con Moreno.
-Javier, ¿cómo va la historia?
-Vamos a dar la foto.
-¿Puedo tuitear la noticia?
-Pero no digas que es Chávez.
Naím tuitea: "Prepárense para una extraordinaria foto exclusiva en la web de El PAÍS en breve". Poco después, Moreno lo retuitea.
Ewald Scharfenberg, el colaborador en Caracas, ve el tuit de Naím y escribe a Altares para preguntarle si sabe de qué va la cosa. "Me responde: no te puedo decir nada sorry [lo siento]". La supuesta exclusiva se ha manejado con la máxima discreción para evitar fugas. Más tarde, Scharfenberg le envía otro mensaje en el que le advierte sobre una fotografía vieja que ese mismo día circula, una instantánea de Chávez con su padre y hermano.
Son las tres de la madrugada en Madrid, las ocho de la tarde en México DF y Bernardo Marín llega a la redacción digital que EL PAÍS tiene en la capital mexicana. Los ejemplares de la edición impresa con la foto falsa en portada ya están llegando a esas horas a distintos puntos de Latinoamérica, sobre todo a Argentina. Y ya hay gente tuiteando que EL PAÍS lleva a Chávez intubado en portada. Marín llama a Jiménez y le dice que considera que hay que adelantar la publicación, dado que en las redes ya se empieza a hablar de ello.
Las cuatro personas que están en ese momento en la redacción de México, donde se elabora la web del periódico durante la noche, empiezan a preparar la pieza informativa digital. Por centrarse en la preparación del despliegue, pierden de vista durante cinco minutos la conversación de Twitter, donde algunos empiezan a hablar de que la foto puede ser falsa.
A las 3.52, Bernardo Marín aprieta el botón de publicar. La supuesta gran exclusiva mundial se empieza a difundir en las redes sociales, Twitter y Facebook. A las 3.54 mira su cuenta de Twitter para ver qué repercusión está teniendo la noticia. Ve que hay tuits que ponen en cuestión la autenticidad de la foto. "Cuando es la dirección del periódico la que ha dado por buena una información, ni se te ocurre pensar que puede ser un error", explica por teléfono desde México. Inés Santaeulalia, una de las redactoras en ese país, llama por teléfono y alerta de que hay mucha gente tuiteando que esa foto es falsa. La cuenta de Twitter de Moisés Naím recibe insultos: "Hubo una explosión de agresiones por parte de seguidores de Chávez. Algunos incluso dicen que yo tuve un rol en todo esto", explica el escritor.
Marín comprueba que la foto ha sido extraída de un vídeo que está circulando por la red. Se trata de una captura. Aparece un paciente acromegálico en una mesa de operaciones. La imagen data de 2008. La noche anterior, de hecho, la televisión pública venezolana ha denunciado que ese vídeo está circulando, que es falso, y que no es Chávez.
Marín llama a Vicente Jiménez y le manda una captura de pantalla del vídeo. Son las cuatro de la madrugada.
A las 4.08 Javier Moreno recibe la llamada del director adjunto. Se encuentra descansando en la habitación de su hotel a las afueras de Davos. La conversación dura cuatro minutos y Moreno ordena que los responsables de la web retiren la fotografía de la portada y que se paralice la distribución de la edición de papel para evitar que llegue a los quioscos. "Tomé la decisión al instante, sin pensar lo que iba a costar y sin consultar a nadie", recuerda el director. Desde ese instante, y hasta las 8.12, Moreno hace 26 llamadas y decide reimprimir EL PAÍS para volver a colocarlo en los puntos de venta.
A las 4.12, Jiménez llama al responsable de distribución e impresión de Pressprint, Juan Manuel Albelda. Le dice que es preciso retirar toda la tirada. Albelda le informa de que hay rutas que están distribuidas y entregadas. No se consigue frenar la distribución de ejemplares destinados a las líneas aéreas, ferrocarriles, hoteles y suscriptores. En España, 4.100 ejemplares llegan a los lectores con la foto falsa. "De llegar la orden media hora más tarde, hubiera sido dramático", confiesa Albelda.
Se consigue paralizar el 93% de la tirada. Pero en Argentina solo se recupera un 30% y 8.050 ejemplares llegan a los quioscos. En la República Dominicana se recupera un 10%: 5.670 ejemplares con el error llegan a destino.
En total son 22.635 los ejemplares con la foto falsa que se distribuyen. Se vuelve a imprimir una nueva edición. El coste de la reimpresión del diario ronda los 125.000 euros. La nueva distribución que hay que poner en marcha supone otros 100.000 euros.
"Me pareció increíble que, algo que para cualquier venezolano era un timo, fuera en la portada de EL PAÍS", remata Scharfenberg, colaborador en Caracas.
La reacción del Gobierno venezolano es inmediata. El chavismo acusa a EL PAÍS de participar en un complot contra la oposición. "Nadie cree que la foto es algo casual, los lacayos internos tienen su réplica en el extranjero", escribe en su cuenta de Twitter el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. "Cada vez que alguien en el mundo, llámese EL PAÍS, Bosé, Juanes, Willie Colón, Cochez o Uribe, ataca a la patria, la oposición lo hace su héroe", dice en otro mensaje reproducido por medios oficiales.
El Gobierno de Hugo Chávez anuncia que emprenderá acciones legales y su embajada en Madrid acusa al diario de "despreciar" a los venezolanos. "La publicación de esta fotografía grotesca no es más que la confirmación de la campaña sistemática que ese periódico y otros más mantienen aprovechándose de manera atroz de la situación de salud por la que pasa el comandante Chávez", espeta Ernesto Villegas, ministro de Información. Desde Argentina, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner escribe en su cuenta de Twitter: "En la portada de EL PAÍS vi una foto. Me corrijo, eso no es una foto, es una canallada".
Al día siguiente de la publicación, descubierta ya la estafa, una reunión en Miguel Yuste con los responsables de Gtres Online permite comprobar que la primera versión que dieron no es correcta.
Carlos Van Eyck, director de la agencia, explica que en la misma mañana en que se descubrió la falsedad, su colaboradora llamó a la persona que le facilitó la fotografía y que esta cambió su versión.
El nuevo relato hace que la pista de la foto se difumine aún más. La supuesta intermediaria en España es una venezolana que ha recibido una foto enviada por su hermana, vía Whatsapp, desde Venezuela. Esta última, a su vez, es la que habría recibido la imagen supuestamente procedente de Cuba. Poco importa. La foto era falsa.

De Zoomnews.es

Los tertulianos dominan el universo televisivo

La formación de los comentaristas ha perdido relevancia frente a su experiencia

Las cadenas han bajado considerablemente el sueldo de los participantes en debates

La audiencias avalan este formato económico y polémico

Captura de pantalla de 'Los Desayunos de Televisión Española' / RTVE
Captura de pantalla de 'Los Desayunos de Televisión Española' / RTVE

Aurora Muñoz

Artur Baptista da Silva era el tertuliano perfecto. Tenía el gesto severo y una facilidad de palabra que se cotizaba alto en los medios. El único problema era que nunca fue quien decía ser. Según cuenta El País, se trataba en realidad de un expresidiario que había sido condenado en varias ocasiones por falsificar documentos y, cuando salió de la prisión de Lisboa, no perdió el tiempo. Se dedicó a pasear una nueva identidad por Portugal. Un traje de chaqueta le sirvió para disfrazarse de economista experto de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y contar, a quien estuviera dispuesto a escucharle, que andaba por el país luso con la misión de elaborar un informe sobre la salida de la crisis de los países de Europa del sur. La percha le salió de lo más rentable. Pronto se convirtió en conferenciante profesional y dio el salto a los debates televisivos.
"Después de ver lo ocurrido con Amy Martín, la inexistente experta en política internacional de la Fundación Ideas, igual habría que repasar algunos currículos en España", advierte con tono burlón Javier Valenzuela, ex director adjunto de El País y nuevo fichaje de infoLibre. Hace apenas dos años, publicó un libro titulado Usted puede ser tertuliano, en el que narra el esperpento mediático de este país como excusa para hilvanar los sucesos políticos más relevantes de las últimas tres décadas. Su opinión sobre los coloquios televisivos se ha fraguado a fuego lento. "Las tertulias políticas, del corazón o deportivas son baratas. Permiten ahorrar grandes costes de producción a las cadenas y este presupuesto se sustituye por los, cada vez menos, cientos de euros que pagan a los comentaristas. Pero es que, además, gustan al público", señala.
Somos los herederos de los corrales de comedias del Siglo de Oro. Nos gusta discutir y ver a otros enzarzarse con el lenguaje. Javier Algarra, director de Informativos y del programa El gato al agua, de Intereconomía, lo confirma. "Nos encontramos en un momento de crisis tremendo. La actualidad política y económica generan una gran demanda de información y, aunque las audiencias la buscan por su cuenta, reclaman también un espacio donde puedan escuchar a alguien con quien compartan opinión y les dé argumentos que a ellos no se les hubieran ocurrido para defender su postura", apunta. Él es el encargado de seleccionar esas voces. "Los expertos son sólo para los Informativos. Si entra en erupción un volcán ahora mismo, llamamos a un vulcanólogo que nos cuente de primera mano el riesgo que puede implicar su actividad. Las tertulias requieren algo diferente. Los comentaristas tienen que ser capaces de hacer razonamientos rápidos, ágiles y de manera directa", explica.
A estos requisitos, se suman dos más que añade Chelo Sánchez, profesora de la facultad de comunicación de la Universidad Pontificia de Salamanca y autora de un capítulo sobre tertulianos en el volumen Periodismo sin información. "Un tertuliano, igual que un buen periodista, debería poder hablar de cualquier tema de actualidad con dos premisas como punto de partida: tener información sobre el tema y el criterio suficiente para hacer un diagnóstico o plantear una hipótesis", aclara.

No todo el mundo se conforma con estas armas. Blanca Muñoz, profesora de Sociología de la Comunicación en la Universidad Carlos III de Madrid, pone en duda que los habitantes habituales de estos espacios encarnen una versión actualizada del humanista. "Estos opinólogos se venden como un ejército de Leonardos Da Vinci que saben de todo, cuando lo cierto es que la mayoría sólo tienen la carrera de Periodismo y no suelen estar especializados en ninguno de los temas de los que se atreven a opinar", critica. Carlos Taibo, profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid, se mueve en la misma línea. "Hablan con total rotundidad, sentando cátedra, como si se tratase de una representación teatral, una gran farsa, donde los tertulianos más feroces y contrarios se dan la mano y se van de cañas cuando acaba el show", declaró a Radio Malva con motivo de la presentación de su obra Contra los tertulianos.
En esta entrevista, Taibo compara las reacciones airadas de los comentaristas con las de los políticos. "Los principales partidos políticos se esfuerzan por demostrar y visibilizar una fuerte discrepancia en vistas a la necesaria competencia electoral, a pesar de que realmente están de acuerdo en los principales asuntos que nos afectan. Lo mismo sucede en las tertulias", opina. El politólogo recuerda cómo, durante un debate televisivo al que fue invitado con motivo de las elecciones presidenciales en Estados Unidos (EE UU), el moderador aprovechaba los descansos para pedirles más vehemencia en sus argumentaciones. "Nos puso como ejemplo el programa de la semana anterior, que había versado sobre el aborto. Una integrista católica y una proabortista estuvieron a punto de llegar a las manos coincidiendo con el punto de máxima audiencia”, relata.
A Javier Valenzuela le preocupa esta deriva. "La crispación de la política española nos lleva a posiciones cada vez más guerracivilistas. Si sumamos esta tendencia a que el periodismo se ha dejado contagiar en exceso por el entretenimiento, el espectáculo está servido. Las cadenas, siguiendo el ejemplo de los programas del corazón, han encontrado en la interrupción, el exabrupto y el abandono de plató un instrumento comercial", reconoce.
Los medios hacen su negocio... y los profesionales, también. "Ser periodista y actuar como tertuliano, para empezar, es mucho mejor que trabajar", confiesa Alfonso Rojo, en un vídeo que se publicó en la web del diario Qué!. "No sé si todo el mundo podría vivir de las tertulias de televisión, pero yo podría hacerlo perfectamente. Se puede ganar mucho más dinero como tertuliano de televisión que siendo reportero de guerra. En los últimos años he ganado mucho más haciendo bolos en televisiones y radios de lo que nunca cobré jugándome la vida en Afganistán, Irak o en los Balcanes. La diferencia es que esto último es para siempre y los debates duran muy poco tiempo.  En cuanto pasas de moda, todo se acaba", aclara.
En cualquier caso, la crisis también ha hecho mella en este formato y la nómina de los comentaristas ya no es tan desahogada como antes. "Hay mucha literatura, pero lo cierto es que este trabajo se paga más mal que bien", advierte el periodista Javier Ruíz, que participa en debates de Televisión Española, Telecinco y la Cope. Algarrra, director de El gato al agua, confirma que algunos de sus colaboradores ni siquiera cobran. Otros espacios, en la televisión pública, han rebajado su presupuesto a la mitad en menos de un lustro, dejando la minuta en 200 euros por programa.
"Un periodista debe mantenerse en contacto con las fuentes, ir a las ruedas de prensa y seguir redactando. Por eso, aunque se pudiera vivir de las tertulias, no sería lo más recomendable", puntualiza Ruíz. Rojo va un paso más allá. No considera que el oficio de tertuliano sea una actividad puramente periodística. "Está a medio camino entre el show business, el espectáculo y el periodismo, aunque tiene más de lo primero que de lo segundo", valora. Valenzuela añade algunos matices. "Hay algunas tertulias que combinan bien la información con el análisis y la opinión. Pienso, por ejemplo, en los Desayuno de TVE en los tiempos de Pepa Bueno", indica. Chelo Sánchez prefiere volver la vista atrás a tiempos mejores. "En los 90, los años dorados de la tertulia radiofónica, los integrantes de estos espacios eran mucho más poliédricos. Las emisoras invitaban a representantes de diferentes ámbitos sociales como la política, la literatura, la Iglesia y el asociacionismo", rememora. Jesús Hermida introdujo este formato en Televisión Española con Su turno, el primer programa que colgó el cartel: "Las opiniones expuestas en este espacio pertenecen a quienes las expresan. El programa no se identifica necesariamente con ellas".
Los Desayunos de Televisión Española son la versión actualizada de aquel debate pionero. Joaquín Estefanía, ex director de El País, participó en ellos hasta hace unos meses y mantiene que la cualificación de los participantes sigue cuidándose con mimo. "Se exige ir bien preparado y si no, no sobrevives a un proceso de selección. En cualquier caso, hay que estar preparado para decir en un determinado momento: 'De eso no sé nada' o 'A la vista de los argumentos de mis compañeros de tertulia, he cambiado de opinión'", comenta. Ruíz apela a la experiencia como acreditación. "Nunca me han pedido ningún título, pero doy por hecho que no les interesa lo que tengo colgado en la pared, sino mi reputación pública como analista económico", argumenta.
Ambos admiten que el poder mediático contamina el diálogo. "Las tertulias son como reuniones de amigos. Uno no está siempre igual de acertado en lo que dice pero, al margen de esto, es cierto que la cadena marca una intencionalidad con la elección de ciertos temas y nombres, cada cual con sus correspondientes decibelios", concluye. Carlos Taibo tampoco exonera al público. "No nos engañemos, si existen estos espectáculos es porque tienen audiencia y la gente los ve. De modo que, por mucho que seamos víctimas en muchas ocasiones de las materias que se nos imponen, también tenemos una clara responsabilidad en el mantenimiento de este tipo de contenidos", comentaba en la presentación de Contra los tertulianos.

Los columnistas hacen humor con los escándalos y los escandalizadores

El ventilador de Amy Martin




Juan José Téllez 

Creo cada vez en menos ideas, pero en las pocas que me quedan creo mucho. Lo único cierto es que nadie tiene toda la razón todo el tiempo. Aprendí periodismo en las viñetas de "Lucky Luke", en aquel diario del Far West cuya imprenta atacaban los forajidos y cuyo lema era: "Independiente siempre, imparcial nunca". Me dedico también a la literatura pero, ¿el periodismo no lo es también?  

Cuanta más hambre en el reino, más prosperan los bufones. El paro por las nubes y la esperanza contra las cuerdas. A falta de utopía que llevarnos a la boca, hemos sustituido lo de proletarios del mundo, uníos, por el refrán más frecuente en los últimos tiempos, el de toma el dinero y corre. El personal trota que se las pira camino de un clavo ardiendo, pero ya no queda nadie que salga de su escondite y grite por mi y por mis compañeros, como en los viejos juegos infantiles. Money, money, money. Vamos camino de la república de Weimar o de algo peor, pero sin derecho a Liza Minelli luciendo muslamen entre un taburete y un bombín inolvidables. Bienvenidos al cabaret.
Cuando roba, la derecha hace negocios y la izquierda hace el ridículo.
Dinero llama a dinero pero da la sensación de que al PSOE la bruja Lola le hubiera puesto velas negras. Los socialistas no suelen tener estilo a la hora de mangar, así que tampoco guardan mucho glamour cuando le mangan. A Jesús Caldera, esta semana, se le puso cara de yo no fui, pinta de timo, gesto de Lina Morgan en La Tonta del Bote: el estrambótico caso de Amy Martin demuestra a las claras que Ferraz no tiene quien le escriba y que pone un circo y le crecen los enanos.
Después del huracán Luis Barcenas, con epicentro en el PP y con vientos de hasta veintidós millones de euros en los bancos suizos, quedan apenas en chiste de Lepe las fuertes rachas de levante de cincuenta y tantos mil euros del ala que han desplumado a la Fundación Ideas a través de una empresa creada por su director, Carlos Mulas, y por su ex, Irene Zoe Alameda: qué buenos nombres, por cierto, para protagonizar una telenovela de amoríos y de avaricia, un Falcon Frest de quiero y no puedo, un Dallas de mentirijillas.
Lo de La Gurtel, en cambio, es más fashion, gente que acude al juzgado con la misma prestancia que iban a las bodas de El Escorial. Lo del Caso Palleróls, lo de Urdangarín retirado de la web de La Zarzuela como a Marichalar lo desahuciaron del Museo de Cera; todos esos escándalos de campanillas, de los de cuadros de Miró en el cuarto de baño o aeropuertos donde entrenan los fórmulas 1, suenan más bien a aquel viejo serial de “Los ricos también lloran”. Los pufos del PSOE resultan, en cambio, un burdo remake de “La familia y uno más”, como los Eres falsos de Andalucía o como esta pantomima de amigos y parientes que escriben artículos que tú mismo encargas, a cambio de tres mil euros la pieza, justo en vísperas de este tiempo raro cuando los periodistas ya no pierden un empleo sino que están perdiendo, sencillamente, un oficio.
En la FAES, dirán sus asesores respingando la nariz en las pistas de paddle, al menos cobramos más, somos de carne y hueso y hemos conseguido la plusmarca de mayorías absolutas en este país que ahora votaría en masa al no sé no contesto.
En Génova 13 compraban esta última semana cualquier ventilador que aventara las sospechas de que haber sido tesorero del PP es la mejor garantía para convertirse en hijo adoptivo de Ginebra o para regentar en Argentina un latifundio tres veces mayor que Barcelona. Y entonces apareció este fraude de chuflas, lechuguinos y perendengues, para convertir ale hop a la víctima en verdugo como un disfraz que anticipe los inminentes carnavales. ¿A quién trajinaron el clan de los Mulas? Al PSOE. ¿Quién diría que ha trincado, en cambio, la tan desinformadamente informada opinión pública? El PSOE. Está demostrado que los socialistas deben haberle declarado un Ere a su departamento de marketing y relaciones públicas.
En realidad, Mulas es un patriota que reivindica la memoria de Rinconete y Cortadillo, la del buscón o la tradición de los murcios que acudían en tropel a la conquista de Túnez y a servir al duque en el finibusterrae de la picaresca, aquellas almadrabas donde se jugaba a la trincalina con peores artes que las que José Sazatornil Saza desplegaba en una célebre montería cinematográfica para conseguir que un ministro franquista le concediera la imposición de los porteros automáticos, en todo el país, por decreto ley.
Sin embargo, quizá todo esto no sea más que una cortina de humo y que Carlos Mulas, en realidad, tal vez no más estuviera preparando un trabajo de campo para una nueva edición, corregida y ampliada, de su célebre opúsculo “Corrupción, cohesión social y desarrollo” en no se sabe donde.
Pasa en las mejores familias. Ocurrió a lo grande en el PP y Mariano Rajoy, que ahora ve nítidamente las grúas y las obras que prosperan en Chile, no vio con suficiente anticipación la realidad sobrecogedora que se rodeaba a su despacho y ahora encarga auditorías como si alguien sensato fuera a creérselas. ¿Es comparable un pufo con otro? La Gurtel liberal-conservadora puede ser la aventajada prima hermana de Filesa y otros latrocinios socialdemócratas, pero compararla con lo de la Fundación Ideas, por cantidad y calidad, sería como equiparar a James Bond con Torrente.
PP y PSOE se equivocan, en cambio, si entran en la dialéctica del “…y tú más”. En un tweet, esta semana, cuando se anunciaba la posibilidad de un pacto sobre la corrupción entre ambas fuerzas políticas, alguien añadía: pero no han dicho si será a favor o en contra. La corrupción –como sabe la legión de gente honrada que milita y que vota a cualquiera de esas o de otras formaciones– no es de izquierdas ni derechas. La corrupción es sencillamente un crimen.
No obstante, el efecto que buscaba el partido del Gobierno se ha logrado. Totum revolutum. Welcome, wilkommen, bienvenue al cabaret de las corruptelas. Todos los políticos son iguales, cantan los estribillos de quienes pueden soñar con votar a un salvapatrias que acabe con las libertades con el pretexto de acabar con los mangantes. A quienes se sientan tentados de esa última querencia, convendría recordarles que Hortensia Romero, alias La Legionaria, aquel personaje recreado por Fernando Quiñones, siempre lo tuvo muy claro y solía decir en sus célebre mil noches que con Franco, la mierda estaba tapá y ahora con la democracia está destapá: “Pero es la misma mierda”, sentenciaba poco antes de aclarar que era mejor que estuviese destapada porque así se sabe al menos donde huele. Y huele mucho.

Artículo censurado a Lucía Etxeverria sobre la ‘infanta Cristina’


La infanta Cristina ... por Lucía Echevarria
 
La Infanta Cristina recibía de Aizoon cada semana entre 600 y 700 euros por unos servicios que no se han llegado a detallar.
La hija del Rey cobraba de la inmobiliaria por la presentación de facturas como si fuera un proveedor más.
La Infanta , según el sumario, ganó en tres años a través de esta empresa no menos de 510.000 euros.
La Infanta tenía que saber que Aizoon no había alquilado ni vendido un piso en su vida.
Aparte, la Infanta Cristina recibía 72.000 euros del Rey y cobró 250.000 de La Caixa en 2004.
La infanta Cristina es directora del Área Social de la Fundación La Caixa, entidad para la que se supone que trabaja, aunque viva en Guachintón y no acuda a oficina ninguna.
Según afirman la Fiscalía , el abogado y su marido, la infanta Cristina sufre cierta disminución psíquica, o quizá es analfabeta.
Porque una mujer que firmaba cuentas anuales y presentaba cada semana facturas de 600 euros firmadas por ella misma a una sociedad inmobiliaria que en la vida alquiló o vendió un piso, y no se dio cuenta de que era una tapadera fiscal, no está, evidentemente, en pleno uso de sus capacidades. O quizá no sabe leer.
Si la infanta Cristina es disminuida psíquica o analfabeta -como afirman su marido, el abogado de su marido y la Fiscalía Anticorrupción- que alguien me explique a santo de qué es Directora del Área Social de la Caixa y por qué cobra 250.000 euros anuales por un trabajo que, está claro, no está en condiciones de realizar.
Según su abogado, y según su propia declaración, el cociente intelectual de Iñaki Urdangarín debe rondar los 70 puntos dado que firmaba papeles que le incriminaban pero él no tenía ni idea de lo que firmaba. Y además, tiene un problema cognitivo muy serio porque no recuerda prácticamente nada de lo que hizo hace dos años.
Por cierto, Iñaki es sordo, o eso alegó cuando se libró de la mili.
Si Iñaki Urdangarín es bobo y no tiene siquiera acabada la carrera de empresariales, aparte de tener un serio problema cognitivo, que alguien me explique por qué trabaja en Telefónica con un sueldo de 1,4 millones de euros anuales y por qué Telefónica le paga su mansión en Guachintón, los colegios de los niños y los viajes a España. O sea, en total, dos millones de euros anuales.
Si Iñaki Urdangarín es más corto que el pelo de Sinéad O’Connor, como según él mismo se presenta, y tiene un serio problema cognitivo de ubicación en el espacio-tiempo, no me explico por qué se le pudieron conceder 17 MILLONES DE EUROS del erario público por la cara sin necesidad de que se presentara a concurso público alguno.
Y en fin, si respecto a Iñaki Urdangarín ha reconocido el propio Rey que le pidió a César Alierta en su momento que alejara a su yerno de España y del escándalo que se avecinaba, es evidente que tanto el Rey como el Presidente de Telefónica son culpables de haber encubierto un delito.
El argumento de “nos sale más barato tener Familia Real que un presidente de la República ” no se sostiene, dado que el mantenimiento de la tal Familia nos sale a todos los españoles por un pico:
Los Presupuestos detallan un gasto de 25 millones, pero mantienen en secreto las partidas que pagan los ministerios de Hacienda, Interior y Defensa. A ello hay que sumar 34 millones para conservación de palacios y jardines.
(Por cierto: se consumieron en el ejercicio 2010-2011 unos 8,5 millones de kilovatios de electricidad y unos 27 millones de euros de gas, así como 0,2 millones de litros de agua. Se recibieron unas 700.000 llamadas telefónicas y se ingresaron hasta 1,8 millones de euros por la venta de un helicóptero que estaba en leasing. Se gastaron unos 120.000 euros en limpiar candelabros, otros 16.800 en instalar un sistema para proteger las botellas de vino de las bodegas de palacio y otros 550.000 en una sala privada de cine. Para que os hagáis una idea).
Pero incluso si se sostuviera ese argumento de que ” la Monarquía nos sale muy barata” (que no se sostiene por parte alguna) díganme ustedes si es moral que tengamos que mantener los dispendios de unos señores entre todos solo porque nacieron en una familia y no en otra.
- Cuando tenemos un Rey que por lo visto encubre delitos y cuya fortuna de 1.790 millones de euros nos resulta cuanto menos sospechosa, dado que siempre nos han contado que la Familia Real española carecía de recursos económicos propios; que durante el exilio sobrevivieron gracias a la ayuda de las familias monárquicas; y que, tras la coronación de Juan Carlos I, los Borbones se mantenían con fondos del erario público y eran un ejemplo de austeridad en comparación con otras casas reales.
- Cuando su esposa, la Reina Sofía , no tuvo reparos en confesar a Pilar Urbano (numeraria del Opus Dei), para que lo publicara en el libro La Reina muy de cerca, que está en contra del matrimonio entre homosexuales, el aborto y la eutanasia, pero a favor de la impartición de clases de religión en las escuelas, es decir que está en contra de la mitad de los ciudadanos españoles, los cuales, naturalmente, están en su derecho de no reconocerla como “su” Reina.
- Cuando la hija mayor, Elena, cae mal a todo el mundo, es famosa por su mala leche y no nos representa en ninguna parte.
- Cuando su hija menor, Cristina, según nos cuenta su propio marido, el abogado y la Fiscalía Anticorrupción , ronda el cociente intelectual de una niña de dos años, dado que ni siquiera es capaz de leer lo que firma, y se ha casado con un señor que se reconoce a sí mismo también como un débil mental, a quien le engañan con un dos de pipas.
- Cuando su hijo, el Príncipe, ni cae ni bien ni mal sino todo lo contrario, pero fama de listo no tiene precisamente.
- Cuando resulta que la única que cae bien de la Familia (pero que no lleva sangre de la Familia ) parece que lleva tiempo enferma, pero nadie nos lo quiere confirmar.
- Y cuando nos han dejado claro que, por ser quienes son, les colocan en puestos para los que no están ni de lejos capacitados, y les regalan dinero del erario público en cantidades bochornosas sin que tengan que pasar por concurso público ninguno. ( La Infanta Elena cobra 200.000 euros anuales por “integrar laboralmente a personas discapacitadas y niños con problemas de exclusión”. ¿No habrá personas con más formación y con salarios más económicos para este empleo? ¿Qué sabrá la infanta de integrar laboralmente a personas discapacitadas que no sean miembros de la realeza?).
O sea, que les tenemos que mantener porque tienen unas niñas muy monas que quedan muy bien en las fotos. Y no porque nos salgan más baratos que una República, porque resulta que nos salen carísimos. Pues resulta que yo tengo una niña preciosa y fotogénica y mis impuestos al día. Dado lo cual, me postulo para Reina, Princesa o Infanta ya mismo.
Y todavía no he acabado la diatriba, que conste.
Lista de las facturas personales que constan en el sumario del caso Nóos.
En esto se gasta la infanta los impuestos de los españoles
- Gastos de los móviles de la familia: 16.000 euros en cinco años (¿llamaban a Pekín cada tarde o qué?).
- Alquileres de coches: 48.000 euros.
- Catering de comida japonesa para una fiesta: 5.000 euros.
- Acondicionamiento de la bodega del palacete de Pedralbes: 30.000 euros. Compras de partidas de vino de Baigorri (6.500).
- Más de 6.000 euros por estancias en hoteles de Roma, África y Estados Unidos.
- 2.114 euros de vuelos entre Minneapolis y Baltimore.
- Una vajilla de 1.741 euros y compras personales de la propia Cristina de Borbón.
…y no sigo con toda la lista porque el sumario tiene 4.000 folios.
Todo esto, claro, pagado con dinero público, y no precisamente el dinero que España paga al Rey “para el mantenimiento de su casa y su familia”.

Leído en uno de los blogs de El Diario.es

Zona Crítica

Andrea Fabra y el duque empalmado

Este es un país curioso. A nuestros diplomáticos les exigimos dos carreras, tres idiomas y una durísima oposición; y sin embargo, cualquier mindundi puede llegar a ser ministro.
Para ser presidente de Gobierno ni siquiera es necesario tener estudios universitarios; basta con haber sido lo suficientemente manso como para no haber despertado envidias o lo suficientemente despiadado para no haber dejado enemigos. Antes o después te llega el turno.
Da cosa fijar por ley un coeficiente intelectual mínimo para ser ministro o exigir estudios universitarios, conocimiento de idiomas y publicaciones de impacto —un buen currículum en definitiva— a quien quiera ser presidente del Gobierno.
Da cosa porque enseguida te llamarían elitista. Y te lo llamarían curiosamente los mismos que quieren el mejor profesor para sus hijos, un médico excelente para su madre y el arquitecto más competente para el edificio donde trabajan todos los días.
Yo a la vista del percal también he rebajado mis demandas y ya no exijo que los ministros tengan estudios; me conformo con que tengan clase. Eso sí: extendería la obligación de tomar un curso de urbanidad a cualquier cargo público.
Con seis millones de parados, tú no puedes comparecer tras un consejo de ministros y felicitarte porque el número de jóvenes desempleados ha disminuido gracias a la emigración.
Tampoco puedes ser vicepresidente de investigación del CSIC y decir que gracias a los recortes habrá más investigación científica.
No puedes ser vicepresidente de la patronal CEOE y decir en una entrevista que sin la reforma laboral habría más paro.
Y tampoco puedes llamarte don Floriano del PP y gritar en un mitin, o lo que sea, que hay partidos que se han beneficiado de la corrupción de algunos.
No puedes cachondearte así de la gente. Si militas en el PP y te estás beneficiando de la crisis, tienes que hacer un esfuerzo y aguantarte la risa, porque si no cualquier día vamos a tener un disgusto.
En cuestión de tacto y etiqueta la Monarquía sigue siendo superior a los plebeyos. Fijaos: en cuanto la Casa Real ha tenido noticia de que Urdangarin firmaba los correos electrónicos como El Duque Empalmado, lo ha sacado de la página web. ¡Mano dura contra la corrupción!
La Casa Real lo sabe muy bien: una cosa es trincar, privatizar el país, arruinarlo en tu beneficio para las próximas dos o tres generaciones, y otra muy diferente descojonarte de la gente y exhibir con grititos lúbricos como los de Andrea Fabra o duros empalmes como los del duque la excitación que todo ello te produce.

La diabetes que causan las bebidas azucaradas, frenadas por la teína y cafeína

Debate sobre la relación entre la diabetes y la cafeína 

Los resultados de un gran estudio nuevo confirmaron que las bebidas azucaradas están vinculadas a un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, pero también investigó el hecho de si la cafeína ayuda u obstaculiza el proceso.
Entre los más de 100.000 hombres y mujeres observados durante 22 años, aquellos que bebían bebidas azucaradas tenían hasta un 23 por ciento más de probabilidades de desarrollar diabetes que aquellos que no las bebían, y el riesgo era casi el mismo más allá de si la bebida que consumían contenía cafeína o no. Y los bebedores de café, tanto con cafeína como descafeinado, había reducido ligeramente su riesgo de diabetes.Debate sobre la relación entre la diabetes y la cafeína
Los investigadores han encontrado que la cafeína no hace ninguna diferencia en absoluto con respecto al aumento del riesgo de diabetes tipo 2. El café puede ser beneficioso y la cafeína no parece tener un efecto positivo o negativo sobre el riesgo de diabetes.
Numerosos estudios anteriores han relacionado el consumo regular de bebidas – tanto con azúcar como con endulzante artificial – con un mayor riesgo de diabetes. Las investigaciones realizadas durante la última década también han sugerido que la cafeína previene temporalmente al cuerpo de procesar el azúcar de manera eficiente. Las personas que viven con diabetes deben lidiar con este problema todo el tiempo.
Esto sugeriría, al menos, que la cafeína junto con las bebidas azucaradas podría aumentar el riesgo de diabetes aún más. Sin embargo, otras investigaciones han encontrado un efecto protector del café y el té, lo que sugiere la cafeína hace lo contrario.

Ideas erróneas sobre el trabajo y la productividad

Workaholics, filántropos y parados

Jaume Grau

 Nací en el año 1960 y pertenezco al nefasto grupo de individuos del baby boom que hará quebrar la caja de la seguridad social del estado en el año 2027. Por razones de índole histórica soy la primera generación de mi familia que no ha pasado hambre, pero según como se desarrolle la presente crisis, podría ser también la última. Soy biólogo de formación y guionista de profesión. Estoy en contra del determinismo científico, de los análisis simplones y de la falta de objetividad y de rigor. Me gusta arriesgar cuando opino aunque ello me comporte cometer errores. Me causa satisfacción que me rectifiquen. Como Jacques Monod estoy a favor de la ética del conocimiento. El conocimiento científico nos permite entender la libertad, nos hace sujetos responsables de nuestra existencia y nos proporciona satisfacción íntima, placer, el placer de saber, o de acercarse a saber.

A finales del siglo XIX, y a principios del XX, disfrutar del ocio y no trabajar se convirtió en un símbolo de estatus social, en una forma de ostentación de las clases privilegiadas, de los más poderosos. Los únicos que rompían ese precepto eran los nuevos ricos, los que amasaban una fortuna desde la nada con su ingenio y su rapacidad. Pero a un nuevo rico le seguía generalmente una generación ociosa, ese era el símbolo de haber subido en la escala social.
En el siglo XXI los ricos, muy ricos, presumen de lo contrario, de trabajar mucho, de estar dedicados en exclusiva al trabajo, a los negocios. Para ellos existe un adjetivo que los define y con el que se definen: workaholics, una patología que describió en el año 1968 el psiquiatra y teólogo norteamericano Waynae Oates, y que era comparable a una adicción a cualquier tipo de droga.
Cuando se acuñó el término, los enfermos de esta patología eran con frecuencia trabajadores de bajo rendimiento, que por falta de precisión o formación, o por exceso de horas de trabajo resultaban ineficaces en sus empleos. A los ricos de hoy en día, como los que se reunieron en el foro de Davos hace unos días, les gusta definirse  como workaholics porqué es una forma de demostrar que su riqueza se debe únicamente a su esfuerzo, en contraste con una población de parados cada vez más numerosa.
Esa perversa asociación que relaciona directamente trabajo, éxito y riqueza es la forma de sustentar la desigualdad social con una base de perversa moralidad, en un intento de dotar al capitalismo moderno de un andamiaje ético. Los ricos complementan ese rearme moral con una calculada actividad filantrópica: fundaciones, donaciones a ONGs, proyectos de cooperación, que por un lado calma su mala conciencia y que por el otro limpia su imagen delante de la sociedad produciéndoles retornos en forma de disminución de impuestos.
Los ricos del siglo XXI tienen una mala disposición a cumplir con su fiscalidad, la flanquean con todas sus fuerzas y con la ayuda de unas leyes laxas que les incitan a hacerlo.  A pesar de eso les gusta hacer donaciones, porqué ello contribuye a su bienestar espiritual, vean si no a Amancio Ortega con su donativo de 20 millones a  Caritas, un porcentaje ridículo de sus beneficios anuales.
Un rico puede legitimar su riqueza con una buena contribución a una causa noble, por ejemplo levantar un hospital o una escuela, de la cual quedará constancia en una placa de latón o un busto del filántropo en el acceso principal. La aristocracia pecuniaria del siglo XXI quiere que se consolide la idea que cuando alguien tiene dificultades económicas, o sufre pobreza, es por su falta de iniciativa, su poco espíritu, su nula voluntad de trabajar.
Los trabajadores en el mundo occidental hemos pasado de tener que trabajar jornadas de 14 horas  a vivir de las migajas de los subsidios. La sociedad de clases parece haber dado un giro de 180º, pero sólo lo parece.
En el mundo hay legiones de esclavos, trabajadores sin protección alguna, sin derechos, que trabajan jornadas inacabables en condiciones extremas y que contribuyen con su esfuerzo y su sacrificio, y con las plusvalías que generan su trabajo y su miseria, a acrecentar la riqueza de los más poderosos.
Los empresarios, ricos y emprendedores, están realizando un último asalto al poder, amparados por su buena imagen pública, por su aparente capacidad de generar riqueza y todo ello en un contexto político de desprestigio de la instituciones  y de corrupción de la clase política.
Los poderosos siempre nos han impuesto su ley, pero ahora puede que la ejerzan con nuestro aplauso, con el beneplácito de una sociedad empobrecida que busca salidas desesperadamente.

Cada vez se vez más claro de qué pie cojea

Berlusconi dice que Mussolini hizo cosas buenas a pesar de las leyes raciales

 Berlusconi dice que Mussolini hizo cosas buenas a pesar de las leyes raciales
El ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi afirma que la peor culpa del dictador Benito Mussolini fue la aprobación de las leyes raciales, por las que se persiguió principalmente a los judíos, pero que también hizo cosas buenas.

Berlusconi realizó estás declaraciones a la prensa italiana a su llegada a la ceremonia celebrada en Milán en conmemoración de la Jornada de la Memoria de las víctimas del Holocausto.
Según el líder del Pueblo de la Libertad (PDL), respecto al Holocausto, "Italia no tuvo la misma responsabilidad que tiene Alemania, pues hubo una connivencia de la que al principio no se fue completamente consciente".
Berlusconi explicó que había decidido participar en esta jornada de recuerdo ya que cosas de este tipo "no se tienen que repetir" y explicó que "sólo pensando en los deportados se puede entender la tragedia y la desesperación que vivieron".
El ex mandatario agregó que "es difícil ponerse en el lugar de quien decidió entonces" y explicó que "el Gobierno de entonces por temor ante la potencia alemana prefirió ser aliado de Hitler que oponerse".
Por su parte, el dimisionario primer ministro, Mario Monti, recordó que "la segregación y el antisemitismo está aún presente" tras visitar el llamado andén 21 de la estación central de Milán, de donde salieron los trenes que llevaban a los campos de exterminio a los deportados milaneses.
El dictador italiano (1883-1945) aprobó las leyes raciales, una serie de medidas legislativas y administrativas por las que se discriminó y persiguió a los judíos, a los gitanos y a los homosexuales, y muchos de ellos acabaron deportados a los campos de exterminio nazi.

domingo, 27 de enero de 2013

Una Columna de El País

Diáspora

España se ha permitido el lujo de tirar cerebros a la basura durante siglos, lo que equivale a un crimen histórico contra la inteligencia

Manuel Vicent 27 ENE 2013

Ningún cerebro humano es mejor que otro al nacer, en cualquier rincón del mundo. El cerebro es, sin duda, la principal fuente de riqueza, la única energía realmente sostenible, renovable e inagotable. España se ha permitido el lujo de tirar cerebros a la basura durante siglos, lo que equivale a un crimen histórico contra la inteligencia, el mismo delito que se comete hoy cuando se recorta el presupuesto de educación. Recuerdo a algunos compañeros de escuela en el pueblo, cuyo talento fue desperdiciado por la pobreza y la incuria de la posguerra. Eran inteligentes, despiertos, ávidos por aprender. Pudieron haber sido ingenieros, médicos, científicos. A varias generaciones de niños como aquellos con los que yo jugaba en el recreo, la España negra solo les dejó las manos para trabajar. En pleno franquismo tres millones tuvieron que irse de peones a Europa. Sucedió lo mismo cuando en plena fiebre del ladrillo España se vio inundada por oleadas de inmigrantes. Nuestro territorio se hallaba situado en el lugar geográfico ideal: a solo 11 kilómetros de África, con la ventaja del mismo idioma para los latinoamericanos y un sol de invierno radiante contra el frío de los países del Este y encima en este caso tampoco se requería ninguna preparación, ninguna ciencia, solo las manos para subir al andamio, servir copas, recoger fruta y limpiar retretes. El desprecio de nuestro país por la inteligencia ha producido varias diásporas. En el siglo XV los cristianos expulsaron a los judíos; la Inquisición llevó a la hoguera o metió en las mazmorras a quienes se atrevían a investigar. Los sucesivos espadones del siglo XIX llenaron Francia e Inglaterra de liberales españoles que huyeron para salvar el pellejo, entre ellos Goya y Blanco White, pero eso no fue nada si se compara con el medio millón de republicanos que fueron brutalmente condenados al exilio al final de la Guerra Civil junto con nuestros mejores intelectuales, escritores y científicos. Ahora llega la última diáspora. La desidia y el desprecio por la inteligencia están produciendo una fuga de cerebros. Jóvenes científicos, biólogos, ingenieros, tenazmente preparados aquí, cuya energía intelectual es la única fuerza genuina para salir de la crisis, se van fuera a dar sus frutos. La maldición de siempre.

Humor y humores